Baile de primavera y fe

Tiempo de lectura estimado: 12 minutos
Una pequeña hada de rostro angelical en un bosque en el que a la iizquierda se observa un muro de plantas. Hay un camino de flores y flores caen desde el cielo simulando la primavera.
Imagen libre de derechos de Wilgard Krause en Pixabay

Dedicatoria

A ti, que sientes que la confianza te falla;
que la duda te atenaza el alma…
que el miedo te arrastra y te paraliza.
Recuerda que la magia en ti suspira;
es una llama interior que se aviva,
cuando te permites creer,
en todo lo que eres capaz de hacer;
cuando te atreves a soñar…
y dejas aflorar la preciosa esencia que tus letras pueden conjurar.


Cuenta una antiquísima leyenda que cada primavera en el bosque ancestral de Bilfagard se celebraba un baile multitudinario al que debían asistir todas las criaturas que habitaban el bosque. El baile tenía el propósito de rendir culto a los dioses y agradecer por una nueva oportunidad de renacer.

Esta celebración se organizaba durante todo un año y se esperaba que cada ser vivo aportase algo, por pequeño que fuese. La preocupación por no tener nada que ofrecer era para Adalestra un peso sobre los hombros. Se mordía la uña del diminuto pulgar con insistencia mientras las alas se le encogían en un movimiento involuntario.

—No puedo presentarme con las manos vacías —la jovencita gesticulaba con las manos al hablar.

—Nadie dijo que tendría que ser algo material, cariño. —Su madre dio otra vuelta de hilo en el tapiz que ofrecería aquel año.

—Voy a ser el hazme reír de todo el bosque, mamá.

Su madre exhaló un suspiro y negó con la cabeza. Adoraba a su pequeña; sin embargo, preferiría que se ocupase más de sí misma y menos de lo que llegarían a decir o pensar los habitantes del bosque.

—Nadie va a reírse de ti, cariño —dijo dando la última puntada—. Además, podrías hacer algo diferente.

—¿Algo como qué? —La pequeña hada se inclinó para ver mejor el tapiz—. No se me dan muchas cosas, ya lo sabes.

—¿Por qué no cantas?

La jovencita se paseó de un lado a otro golpeándose con el índice sobre los labios. Le costaba horrores decidirse. Podría cantar, pero ¿y si les parecía horrible su voz? La idea de que sus amigos la rechazaran la atormentaba; ni hablar de la vergüenza que pasaría si hacía el ridículo delante del resto de habitantes del bosque. Ni siquiera se atrevía a imaginar lo que dirían. No quería ser la burla de nadie, mucho menos avergonzar a sus padres que eran tan cariñosos con ella.

Se dejó caer sobre la silla. El abatimiento le nublaba la mirada. Su madre dobló y envolvió el tapiz; luego se le acercó y le dio un fuerte abrazo.

—A veces solo necesitamos un poquito de confianza, cariño. —Su madre le apretó la punta de la nariz con dos dedos en un gesto cariñoso que siempre le robaba una sonrisa.

—¿De verdad crees que sirva? —Istrea cabeceó con una sonrisa dulce en los labios.

—No te preocupes, verás que todo sale a pedir de boca —aseguró—. Nadie va a burlarse de ti, cariño.

La confianza que le transmitieron las palabras de su madre la animó. La fortaleza de su fe en ella fue el motor suficiente para que la chispa de la esperanza se avivara. Escogería una canción preciosa y se la ofrecería a los dioses. La pequeña hada se dedicó en cuerpo y alma a preparar la canción que presentaría durante el baile.

⚜🧚‍♀️⚜

Días y noches practicó y practicó. Sus padres la alentaban; su entusiasmo era contagioso; lo suficiente para ahuyentar las inseguridades que solían atormentarla como las sombras fantasmales que la asustaban tanto cuando era una niña. Sin embargo, algo terrible ocurrió el día de aquel baile tan esperado: tras una noche de sueños terroríficos en los que hacía el ridículo frente a todo el bosque, Adalestra despertó sin voz; ni una sola vocal salía de su garganta.

—¿Qué haremos, querida?

—Tú no te preocupes y sígueme la corriente, cielo, ya lo verás.

El padre de Adalestra siguió de cerca a su esposa. La mujer sostenía en las manos una bandeja en la que había: una taza humeante de chocolate espeso y un plato con galletitas. El señor dio un vistazo al salón; supuso que su hija estaría encerrada en su habitación. Ambos giraron a la izquierda pasillo a través. La chica permanecía tumbada en su pequeña cama, desconsolada, lamentándose de su mala suerte.

Istrea tocó la puerta con suavidad; abrió y entró seguida por su marido.

—Cariño, tu padre y yo hemos salido temprano a casa de la bruja del manantial y ella nos ha dado una poción para ti.

—Sí…eso.

La joven parpadeó muchas veces. La incredulidad era un cosquilleo impertinente; un freno que terminó hecho añicos por la esperanza. Estaba tan entusiasmada que se sentó en la cama del tirón. Ni si quiera se percató de la expresión de perplejidad de su padre.

Johnstrag arqueó una ceja ante semejante ocurrencia. Evitó abrir la boca. No quería decir nada que delatase a su mujer.

—Pero ella ha sido muy clara —su madre bajó el tono de voz—, tienes que beberte el contenido de esta taza. —La jovencita frunció el entrecejo. Su boca formó un curioso mohín. Observó a sus padres con los párpados entornados. La suspicacia se desperezó y se sacudió un poco para tomar las riendas de sus pensamientos.

El padre asintió con la cabeza; debía cumplir lo acordado con su mujer; por tanto, guardó absoluto silencio. Con lo perspicaz que era su hija cualquier detalle fuera de lugar la llevaría a caer en cuenta de su argucia.

—También debes comer y… —La voz de Istrea se convirtió en un susurro— justo cuando estés en el escenario debes repetir mentalmente una frase que yo te voy a decir. Eso hará que la poción surta su efecto.

La jovencita extendió la mano y recogió tres galletas de un tirón. Hasta ese momento no se había percatado de lo hambrienta que se encontraba. Johnstrag miró a su mujer por el rabillo del ojo; Istrea permanecía impasible mientras su hija devoraba todo cuanto le había llevado, aunque él no pudo ignorar el familiar brillo travieso en su mirada. La conocía demasiado bien; sólo esperaba que su mujer estuviese en lo cierto porque no quería ni imaginarse lo que ocurriría si algo en su plan fallaba.

⚜🧚‍♀️⚜

Adalestra exhaló un hondo suspiro. Istrea recogió la taza y el platito; apenas quedaban algunas migajas. La jovencita se relamía los restos de chocolate. La verdad es que no recordaba haberse tomado nunca una poción tan deliciosa. Era una idea fantástica ponerle sabores a los brebajes. La próxima vez que fuese de visita a casa de la bruja le pediría que le enseñase a preparar pociones saborizadas. Eso sí que sería todo un éxito. Los padres de Adalestra la dejaron a solas. La hora del baile estaba muy próxima y debían prepararse.

—Va a ponerse furiosa si se da cuenta del engaño —murmuró Johnstrag abotonándose la camisa.

—No va a tener tiempo de enfadarse, ya lo verás, cielo.

—¿Tú crees? —Istrea asintió con un leve cabeceo—. ¿Y si no funciona?

—Funcionará, ya lo verás.

⚜🧚‍♀️⚜

Llegaron al claro del bosque donde se celebraría el baile con algunos minutos de anticipación. El lugar estaba abarrotado de criaturas mágicas. La pareja de hados saludó a sus conocidos mientras avanzaba con parsimonia.

Adalestra se mordió el labio. Un cosquilleo persistente le lanzaba advertencias desde el estómago. Lo único que le faltaba era que también le diera dolor de tripa. El corazón se le disparó ante la perspectiva de quedar en evidencia. Las manos se le convirtieron en un par de icebergs. Los nervios eran unos verdaderos traidores; la atacaban sin un ápice de compasión. ¿Qué había hecho ella para merecer eso? Se mordisqueó la uña del pulgar. La impaciencia era uno de sus peores defectos, aunque en ese momento lo peor era que todavía su madre no le había dicho la frase que le devolvería la voz. ¿a qué estaba esperando? La angustia la carcomía royendo la poca serenidad que le quedaba. Como no podía estarse quieta iba y venía con los ojos clavados en el musgo mientras esperaba que la llamasen para subir al escenario. A punto estuvo de tirarse del cabello. Por fortuna recordó a tiempo todo lo que le había costado hacerse aquel peinado y se contuvo.

La jovencita escuchó su nombre. Palideció tanto que la piel de su rostro reflejó el brillo de la luna; el efecto le otorgaba un halo sobrenatural, un aire etéreo. Las piernas le temblaron y tuvo que asirse a uno de los delgados troncos que hacía las veces de baranda. El perfume a lavanda y manzanilla de su madre fue un bálsamo en medio de aquella tempestad que la mantenía al borde de un ataque. La voz suave y cálida que le habló tan cerquita de la oreja sumó otro tanto a su estado de ánimo. El susurro le supo a gloria:

—Mío es el talento,
en mí tengo fe.
Dejo de lado mis miedos,
esta noche triunfaré…

Adalestra inspiró profundo, abrazó a su madre y subió las improvisadas escaleras que la llevarían directo al escenario.

⚜🧚‍♀️⚜

La jovencita ocupó su posición sobre las tablas. La sorpresa arrancó un coro de vocales a todos los presentes. Iluminada por varias luciérnagas, Adalestra lucía tan hermosa como la mismísima primavera.

Repitió las palabras que su madre le había susurrado. El cosquilleo se detuvo; la angustia se desvaneció y una calidez fue fluyendo desde lo más profundo de su corazón. No pudo más que sonreír; la magia estaba surtiendo efecto. De su garganta fluían los sonidos más bellos que se hubiesen escuchado jamás en el bosque ancestral.

Adalestra se movía al ritmo de la música mientras animaba a los asistentes. Aplausos y exclamaciones acompañaban a su angelical voz. Sus gráciles movimientos incitaron a los presentes a bailar; en poco tiempo todo el bosque se había unido a la celebración.

⚜🧚‍♀️⚜

Un aplauso multitudinario seguido de cientos de peticiones arropó el corazón del hada. Pletórica de gozo, Adalestra hizo una reverencia. La música le dio entrada una vez más y la jovencita terminó interpretando otro par de canciones.

Tras finalizar la presentación bajó del escenario y corrió al encuentro con sus padres. La pareja la recibió con orgullo y alegría. La bruja del manantial se acercó para felicitarla. Johnstrag miró a su mujer con cara de circunstancias; ella, por el contrario, permanecía como si nada. La jovencita la abrazó con gran emoción.

—No sabes cuánto te agradezco la ayuda… me salvaste. —La bruja la miró estupefacta.

«¿A qué vendrá esta demostración de gratitud?, ¿qué se supone que hice?» Istrea y su marido le lanzaron cientos de miradas aprovechando que su hija les daba la espalda. La bruja guardó silencio.  Interpretar aquellas miradas no fue fácil; por fortuna, tampoco imposible. Ya se ocuparía de enterarse de qué iba todo ese asunto.

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Fue así, como sin la intervención de la magia, Istrea logró que su hija venciera el miedo y recobrase la voz justo a tiempo.

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Adalestra salió de su habitación; quería desearles buenas noches a sus padres.

—No dejas de sorprenderme, mi amor —confesó Johnstrag abrazando a su mujer desde atrás—. ¿Cómo estabas tan segura de que el engaño funcionaría?

Istrea se recostó en el pecho de su marido antes de explicarle:

—Todos podemos ser presa de nuestros miedos… algunas veces estos tienen tanto poder que nos paralizan y es cuando necesitamos un acto de fe; la confianza que nos permita plantarles cara y así vencerlos. —Su marido la estrechó con fuerza—. Eso también es un acto de magia. Nuestra hija necesitaba creer en sí misma, eso es todo.

La jovencita escuchó sin querer. A diferencia de lo que creía su padre, no se enfadó. No había espacio para sentimientos negativos cuando el agradecimiento le colmaba el corazón. Contaba con los mejores padres del mundo. Era una privilegiada por tenerlos y que tuviesen tanta fe en ella; mucha más de la que ella se tenía. ¿Cómo no sentirse dichosa con tantas demostraciones de amor? Se devolvió con sigilo a su habitación. En ese instante hizo un pacto consigo misma: a partir de ese momento se esforzaría más por ocuparse de sus pensamientos sobre sí y le restaría importancia a lo que dijesen los demás; buscaría la manera de aumentar la confianza en sí misma, tal como le había enseñado aquella noche su madre.

⚜🧚‍♀️⚜

Se tumbó con las manos detrás de la cabeza a admirar el precioso cielo estrellado. El suave titilar del firmamento le robó una sonrisa. Cerró los ojos dispuesta a soñar con alcanzar todo lo que fuese capaz de imaginar; sólo debía creer en sí misma, obsequiarse un pequeño acto de fe. ¿Habría momentos difíciles? Desde luego que sí; no cambiaría de la noche a la mañana; tendría que dar muchos pasos en esa dirección. De todas formas, el primer paso ya estaba dado; ahora estaba en ella obrar día tras día ese precioso milagro.


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Gracias inmensas por estar allí, os abrazo grande y fuerte.

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