EL PRECIO DE LA RESURRECCIÓN

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Bruja vampiresa vestida al estilo gótico con los labios rojos y un colmillo que se asoma entre los labios.
Imagen de Rondell Melling tomada de pixabay.com

Dedicatoria

A vosotros que siempre estáis allí animándome a seguir.

Abrí los ojos despacio. La profunda y aterradora oscuridad me dio la bienvenida a mi cautiverio. Un aroma putrefacto me golpeó con fuerza las fosas nasales provocándome arcadas que se sucedieron una y otra vez hasta que mi cerebro registró que mi estómago estaba vacío y tan solo un poco de bilis se animó a satisfacer aquel doloroso reflejo.

Intenté ponerme en pie. El suelo terroso y húmedo me estremeció y por un momento me pareció percibir el ruido de alguna criatura arrastrándose a mi alrededor. Sentí los diminutos guijarros clavarse en mis rodillas cuando por fin pude ponerme a gatas, no sin el suficiente esfuerzo como para quedarme sin aliento.

Una carcajada estentórea me dejó aturdido. Arrastrándome como pude me desplacé hacia un rincón. Las ásperas paredes vibraban devolviendo el eco de aquella carcajada siniestra. Mi mente se negaba a colaborar hasta que mi voluntad se impuso y entonces recordé.

—Muy bien —la carcajada se interrumpió de golpe— Ya era hora de que reaccionaras, cariño.

—¿dónde estoy?

—Donde estás no tiene la mínima importancia —dijo— Lo importante es por qué, no te parece, ¿Misael?

—Déjate de juegos —exigí— más vale que me liberes…

—Y si no te libero, ¿qué? ¿Vas a invocar a todos los demonios del infierno? O quizá a tus guerreros de sangre —rio malévola— ¿Olvidas que he absorbido casi toda tu fuente vital? Ahora soy yo quien tiene el poder.

—¿Qué coño quieres, Miriah?

—Me decepcionas —el suelo comenzó a vibrar con fuerza— pero no importa, puedo refrescarte la memoria.

Parpadeé varias veces forzando a mis ojos a adaptarse a la oscuridad. Tragué grueso cuando pude vislumbrar unos dedos esqueléticos que comenzaban a emerger con rapidez hacia la superficie. Los recuerdos fueron invadiendo mi mente uno tras otro. Cerré los ojos con fuerza. Era imposible.

—Nada es imposible y lo sabes.

—No tienes idea de lo que pretendes, Miriah —advertí— Ni siquiera absorbiendo mi poder podrías ocupar mi lugar… mucho menos convertirte en la reina.

—¡Mientes! —el grito retumbó con tanta fuerza que las paredes se agrietaron y sentí un líquido humedeciendo mis oídos. Los sonidos me llegaban atenuados como lejanos murmullos.

—Puedes matarme si quieres —susurré— pero jamás te develaré el secreto.

—Haré algo mejor que eso, Misael —el tono de su voz me advirtió que era capaz de todo— serás testigo del final de tu estirpe.

El esqueleto terminó de emerger. De pie frente a mí con sus cuencas vacías emitió un chillido antes de convertirse en polvo.

un torbellino invadió el pequeño espacio tirando de mí hacia arriba, hacia la nada sacándome de las catacumbas.

Sentí cómo cada partícula de mi cuerpo se desintegraba con rapidez y volvía a juntarse adhiriéndose a las fibras teñidas de aquel legendario receptáculo que narraba la historia de los guerreros de la noche. Intenté usar mi poder para materializarme en la estancia, pero todo fue inútil. Miriah me había condenado a habitar el tapiz. Las imágenes iban agregándose en tiempo real. Observé horrorizado cómo Miriah iba asesinando a cada uno de mis hermanos, mis compañeros de lucha. Los guerreros de la noche dejarían de existir y solo aquel tapiz daría cuenta de lo ocurrido. Tenía que hacer lo que fuese para impedirlo.

—¡Detente! —La vampiresa desvió su mirada hacia mí sonriendo con los labios manchados de la sangre de quien fuese mi guerrero más leal.

—Parece que te lo has pensado mejor, ¿no? —soltó el cuerpo desmadejado.

—Te develaré el secreto de la resurrección —dije usando mi canal telepático.

—Así me gusta, cariño —sonrió satisfecha—. Verás que reinar junto a mí no es tan malo después de todo.

Otro tirón de energía me extrajo de forma dolorosa del tapiz y di de bruces a los pies de la bruja.

—¿A qué esperas?

—Necesito que me devuelvas mi poder —dije jadeante— o al menos que me permitas beber de ti.

Desconfiada achicó los ojos mientras hurgaba en mi mente tras segundas intenciones. Cuando se hubo cerciorado de que no mentía dio un paso hacia mí.

Soltó una carcajada siniestra y me expuso la garganta. La sed impactó en mis entrañas y un ardor me quemó con fuerza desde la boca del estómago. Me abalancé sobre ella sin pensarlo y clavé los filosos colmillos en aquella vena palpitante.

Intentó zafarse al darse cuenta de mis verdaderas intenciones, pero mi agarre era mucho más fuerte cada vez. Bebí hasta saciarme y un poco más.

Pálida y sudorosa me observaba con los ojos desorbitados.

—Ahora aprenderás la resurrección de primera mano, querida —dije con la voz ronca— pero no digas que no te lo advertí.

Intentó echar a correr, pero mi poder había regresado junto al que había robado del resto de mis guerreros así que la paralicé en medio de aquella estancia bañada en sangre.

—¡Levantaos hijos de la noche; guerreros y guardianes del legado de la sangre! —Alcé los brazos invocando el poder primigenio de la oscuridad— ¡Volved a este plano y cumplid con vuestro mandato!

Los cuerpos marchitos de mis compañeros de armas fueron retomando forma y sustancia.

—¡alzaos y reclamad nuestro derecho de sangre! ¡Recuperad el poder y la vida que os fue arrebatado!

Los doce guerreros que yacían inertes cobraron vida. sedientos y furiosos se abalanzaron contra Miriah.

Me dejé caer en el trono mientras observaba la carnicería y en mi interior el intercambio entre mi alma y el poder de las tinieblas sucedía sin que pudiese evitarlo.


Rodilla en tierra los guerreros me mostraban su lealtad y rendían culto a su rey.

—A ti debemos nuestra existencia, alteza —dijo Noel sin alzar la mirada— seguiremos tu mandato.

—Cazad a toda la estirpe de esa bruja maldita —ordené— No las hagáis arder, bebed su sangre hasta que se marchiten.

Noel me observó, sorprendido.

—Pero… su alteza…

—Lo que ha ocurrido esta noche no puede volver a suceder —expliqué— Tenéis que apoderaros de sus almas y todo su poder. Si las quemáis, pueden reencarnar o poseer a cualquier otra criatura con alma —fijé mi mirada donde solo polvo permanecía inerte—. Querrán venganza luego de esto.

—¿Estáis seguro de ello, mi señor?

—Lo estoy —confirmé—. Son fuertes y capaces de desalojar el alma de cualquier criatura haciendo que vaguen perdidas en la eternidad.

—Se hará entonces como ordenes, alteza.

Tras ponerse en pie, los guerreros abandonaron la estancia. Observé el tapiz viendo los cambios que iban añadiéndose con rapidez.

El poder de la maldad palpitaba anhelante en mi interior instigándome a cobrar aquella afrenta de sangre contra todo el mundo feérico. Mantenerlo a raya sería mi lucha de ahora en adelante. todo hechizo potente tiene un precio y resucitar a la casta de los guerreros de la noche no sería la excepción. De no ser por Miriah y su maldita ambición de poder nada de esto habría ocurrido. Tendría que haber advertido sus intenciones cuando la traje al castillo la primera vez. Había cometido demasiados errores cegado por la lujuria. No debí convertirla y lo hice. Tampoco debí tomarla como consorte y también lo hice. Era mi responsabilidad y la asumiría costase lo que costase. Pero no sometería a criaturas inocentes a la ley de sangre. Ya bastante tendría este mundo con tener que sobrevivir a la guerra que empezaría desde esta noche y que quien sabe cuando llegaría a su fin.

Me deslicé sin rozar el suelo hasta alcanzar el tapiz. En él la muerte de Miriah aparecía reflejada con exactitud. Suspiré profundo y me giré para atisbar por el gran ventanal. Sentí el llamado de la oscuridad y de la sangre y desaparecí en busca de alguna garganta que pudiese mitigar mi despiadada e insaciable sed.


Agradecimientos

Este relato surgió gracias a una convocatoria en la que no pude participar. He decidido ir publicando tanto los relatos que no llegue a enviar, como aquellos que no resulten seleccionados. Es una forma de ir observando mi propia evolución al escribir, además de que resulta muy edificante poder publicar y saber que alguien en algún rinconcito del mundo te leerá.
Gracias a todos por estar allí, os abrazo grande y fuerte.

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