Nefasta resurrección

Tiempo de lectura estimado: 5 minutos
Libro fuego y un pentáculo, símbolos de un ritual ocultista
Imagen de Darkmoon_de en pixabay

El fantasma de la culpa acicateaba su dolorido corazón y sumía su mente en una tiniebla que lo engullía sin compasión. Los recuerdos volvían una y otra vez sin darle tregua.

Se maldijo en voz queda mientras permanecía de pie con los ojos cerrados.

La imagen de aquella escalera lo golpeó con tanta nitidez que le arrancó un jadeo. Sabía lo que venía a continuación: su pequeño Mario moviendo los brazos como si fuese un avión mientras caminaba de puntillas en el borde del escalón y gritaba entre risas para llamar su atención y él, maldito fuese por el resto de su existencia, seguía al pie de la escalera discutiendo por teléfono con aquel idiota de Marco que nunca se sentía satisfecho y nunca tenía tiempo para dedicarles mientras él miraba por el rabillo del ojo.

Se estremeció ante el recuerdo del aullido que por fin había capturado toda su atención. Mario rodaba escaleras abajo sin control.

Al igual que aquel aciago día, se quedó paralizado por la impresión y la incredulidad. Sólo el crujido del hueso al astillarse en mil trozos diminutos lo sacó de su letargo. Sintió las mismas náuseas y el mismo vacío en el estómago. Ese día los ojos sin vida de su pequeño se clavaron en sus retinas; desde entonces, aquella mirada perdida lo perseguía día y noche sin que pudiese arrancársela del corazón.

Abrió los ojos con lentitud. Tuvo que parpadear para luchar contra el fulgor que lo había obligado a cerrarlos en cuanto hubo separado las tapas del libro.

Dejó que su mirada vagase por aquellas páginas. Un cosquilleo se le instauró en la boca del estómago mientras el corazón comenzaba a martillarle en el pecho con tanta fuerza que podía escuchar sus latidos con total claridad. Dibujó el pentáculo y chasqueó los dedos para encender el fuego.

Estaba prohibido; lo sabía. Pese a la sentencia que se cernía sobre su alma alzó los brazos y comenzó a pronunciar el conjuro.

El suelo bajo sus pies comenzó a sacudirse. El viento chillaba y chocaba contra los ventanales de su estudio. Las nubes se arremolinaron arropando el fulgor de la reina nocturna que, como si hubiese anticipado lo que ocurriría, había preferido no ser testigo de aquella abominación.

La piel se le erizó en cuanto escuchó aquella risita familiar que otrora le había regocijado el corazón. Bajó los brazos y clavó sus pupilas en aquel cuadro que había pintado días antes de la muerte de su pequeño Mario. Tragó grueso en cuanto la figura de su hijo comenzó a moverse con la clara intención de abandonar el lienzo donde lo había inmortalizado.

Un aullido desgarrador interrumpió la risa infantil. Por el ventanal, Malcolm podía atisbar parte del risco platinado con timidez por la luz de la luna que lograba colarse entre las nubes.

La figura de su hijo se aproximó con una sonrisa en los labios. Dejó caer el peluche que tanto había adorado y extendió sus bracitos para impulsarse fuera del cuadro.

El pintor contuvo el aliento. «quizá aquella prohibición no era más que mera superstición. Una regla sin fundamento con el objetivo de mantener el control de quienes ostentaban el poder», pensó antes de dar un paso en dirección a la pared donde descansaba el cuadro. Marco se había negado; sin embargo, él no era capaz de resignarse a haberlo perdido para siempre. Por eso había extraído el libro de la biblioteca del clan.

El corazón le dio un brinco y la palidez se apoderó de su cara en cuanto pudo ver cómo el rostro de su pequeño se desfiguraba con aquella mueca terrorífica. Supo entonces, que la prohibición tenía algo más que fundamento. El suelo seguía vibrando bajo sus pies. Podía autoengañarse todo lo que quisiese; las señales eran claras y la condena de su alma era, a todas luces, ineludible.

—Te has portado mal, papi —dijo el niño mientras sus labios se curvaban en una sonrisa macabra—. Tienes que recibir un castigo.

Malcolm se quedó paralizado mientras la figura fantasmal de su pequeño se aproximaba hacia él; temió por Marco y, aunque trató de advertirle, todos sus intentos fueron en vano. Resignado a su destino, cerró los ojos y se entregó. Lo último que quedó registrado en su corazón fue aquella risa infantil. Después de la dolorosa agonía, se vio envuelto en una sempiterna oscuridad.

Marco temió lo peor en el instante en que percibió el desequilibrio. La puerta entre el mundo de los vivos y los muertos se había abierto y supo sin duda alguna quién había sido el responsable.

Apenas si tuvo tiempo de coger su atame cuando vio la figura infantil aproximarse hacia él. Un dolor inenarrable le atravesó el pecho; antes de poder pronunciar las palabras que pondrían fin a aquella nefasta resurrección cayó sin vida.

Mario se acuclilló junto al cuerpo del brujo. Se inclinó y pegó mucho su cara a la de su segundo padre. Soltó una risita traviesa y se fue dando saltitos; tenía que conseguirse a alguien más con quien jugar.


Este relato ha sido escrito para participar en el Va de reto septiembre 2020, propuesto por Jose A. Sánchez, @JascNet.


Elementos a utilizar en el desafío

Las tresimágenes propuestas.

Comentarios

2 respuestas a «Nefasta resurrección»

  1. Avatar de JascNet

    ¡Vaya, Lehna!
    Parecía que te habías decantado por una historia lagrimosa y dramática y te has sacado de la manga un espeluznante y terrorífico relato.
    La pregunta que toca hoy es ¿Es ficción, verdad? Porque imagina que salgo ahora a la calle y me encuentro con mi sobrinito Mario. Releche, me da un infarto. jajajaja
    Ná, es broma. Mi sobri se llama Leo y vive un poquito lejos.
    Has hecho que pasara de la congoja mañanera y empanada (porque todavía estoy soñoliento) a la tensión de mis vellos de punta.
    Enhorabuena, Madmuasel Valduciel, le pegas a todos los géneros.
    Muchas gracias por tu relato y por participar en el VadeReto.
    Abrashazo, ashushón y bezazo gordo.

    1. Avatar de Lehna Valduciel

      Jajaja, casi me da a mí un soponcio de pensar que tu sobri se llamase Mario.
      No te imaginas lo que me alegra tu comentario, Jose.
      Gracias a ti por la oportunidad de participar en tu reto, eres uno de mis promotores inspiracionales.
      Un abrazo con axuxones y besos gorditos.

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