Sammy – El koala

Tiempo de lectura estimado: 4 minutos
Fondo verde oscuro. A la izquierda la imagen de un koala muy tierno que abraza a un árbol. A la derecha una frase que dice: a veces solo hace falta dar un paso o recibir un abrazo para que todo vuelva a estar bien.
Imagen libre de derechos

Sammy, el koala asustadizo, llevaba días sin bajar de la misma rama. Pimpinela, una ardilla rojiza de filosos dientes y horrible temperamento aterrizó junto al pequeño oso.

—¿Cuánto más vas a seguir aquí arriba?

—No lo sé —reconoció con timidez.

—Vale, entonces no te importará que me haga con las hojas y bayas que recopilaron para la fiesta, ¿no? Mejor me las como yo antes de que se pierdan.

Sammy cabeceó en silencio. No dijo nada, él solía ser muy callado. No obstante, le había sentado mal que Pimpinela se preocupase más por las bayas que por cómo se sentía él.

—No hagas caso —dijo Malaquías y se ajustó las gafas—. Pimpinela no es mala, lo que pasa es que es cortita de miras.

La ardilla refunfuñó ante el comentario del viejo búho y se marchó a otra rama.

—A nadie le importa como me siento —dijo el koala.

—A mí me importa y, de seguro, a don Euca, también. Si no me crees, pregúntale —sugirió el búho.

—¿Y cómo hago eso? Don Euca me da sus hojas, pero nunca le he visto una boca ni me ha hablado.

El búho esbozó una sonrisa y dijo:

—Lo que pasa es que tú nunca lo has abrazado. Si lo hubieses hecho, sabrías que el le habla a tu corazón.

—¿De verdad?

—Desde luego —dijo el búho y rodeó el tronco con sus grandes alas.

—Ahora mismo me está diciendo que está muy contento de que estemos sobre su rama, pero que le gustaría que le dieses un abrazo para poder hablar contigo.

El koala abrió mucho los ojos y se arrimó. El viejo búho le cedió el lugar. Medio dubitativo, Sammy se tomó un tiempo antes de acercarse lo suficiente y extender las garras para abrazar al árbol.

Después de varios minutos, el koala suspiró. El corazón le aleteaba de alegría. La tristeza se había espantado gracias al afecto que le brindó don Euca.

—¿Ahora sí lo escuchaste? —El koala volvió la cabeza y asintió.

—A don Euca no le molesta que me coma sus hojas. Me dijo que así podían salirle otras nuevas. Además, me preguntó por qué estaba triste.

—Muy bien, ¿Te das cuenta de que a veces solo hace falta acercarse un poquitín?

—Pues sí que llevabas razón —dijo con los ojitos brillantes—. Tampoco le importa que sea diferente y que no me guste mucho ir abajo con los otros animales. Me dijo que a él le gustaba porque así le hacía compañía.

—Eso es porque A él sí que le importa cómo te sientes.

—Sí, es que yo no lo sabía.

—Porque no habías intentado hablar con él antes. Ahora puedes hablar con don Euca cuando quieras.

El koala volvió a asentir y se abrazó de nuevo al tronco del árbol.

Malaquías se guardó las gafas entre el plumaje y se lanzó en picado. Dio un par de picotazos juguetones a los animales que se divertían a los pies de don Euca y luego remontó el vuelo. Sammy lo siguió con la mirada hasta que sólo fue un punto diminuto en el firmamento.


En ocasiones nos sentimos solos e incomprendidos. Creemos que a nadie le interesa cómo nos sentimos. En esos momentos lo más frecuente es aislarnos cuando, quizá, si nos comunicamos con alguien, nos demos cuenta de que hemos estado equivocados. Nos encantaría que los demás se diesen cuenta apenas nos ven, de cómo nos sentimos. No obstante, la verdad es que los demás no pueden adivinar nuestro estado de ánimo; no pueden saber lo que nos pasa si nos cerramos y guardamos todo dentro. Otras veces, un abrazo es suficiente para reconfortarnos; empero, el orgullo nos impide pedirlo.

Son muchas las veces en que nos mantenemos al margen sin darnos apenas cuenta de que lo único que necesitamos es dar un paso.


Si esta historia ha logrado captar tu atención y la disfrutaste, me ayudaría muchísimo si me obsequias un «me gusta» o si la difundes en tus redes sociales. Además, me encantaría que compartieras conmigo tus impresiones en la caja de comentarios que encontrarás más abajo. Y si te gusta lo que escribo, puedes convertirte en mi mecenas si me invitas el equivalente a un
café
en Paypal. Así Me estarías apoyando a seguir escribiendo.

Gracias por estar allí, os abrazo grande y fuerte.

Valora esta historia



Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *