
Me dolía la cabeza y el frío me calaba hasta los huesos. El fuerte olor a cuerpos en descomposición me trajo a la realidad.
Abrí los ojos. Parpadeé intentando forzar a mis ojos a una oscuridad tan perturbadora, pero fue inútil. Los ojos se me llenaron de lágrimas.
¿Cómo no lo vi venir? Tendría que haber sospechado que nadie, nadie en esta vida es tan magnífico y perfecto.
Tendría que haber sabido que yo sería su próxima víctima.
Me había estado enviando señales. Ahora las veía con total claridad. Aquellas puestas en escena tan macabras. Aquel perfil de víctimas tan particular. todas tan parecidas a mí.
Me cegó mi propia arrogancia y ahora pagaría las consecuencias.
Nadie podría hallarme en este lugar, aislado de todo y de todos. El escondite perfecto en un vertedero casi abandonado.
Hallarían solo mi cadáver en el cierre del caso más extraordinario de asesinos seriales de todos los tiempos.
Para mí, el fin de una carrera brillante como detective. Para él, el cierre con broche de oro de una venganza que había comenzado hace quince años sin que yo fuese consciente de ello.
Un silbido melódico rompió el silencio. escuché el eco de sus pasos aproximarse a la puerta. Las llaves chocaron entre sí. Una risita maquiavélica y un tanto infantil me puso los pelos de punta.
La llave giró una, dos, tres veces. El pomo de la puerta se movió hacia la derecha. Los goznes chirriaron y la puerta se abrió despacio.
Tragué grueso al ver su silueta a contra luz y contuve el aliento.
Sus dientes blancos relumbraron en la oscuridad.
—Saluda a la muerte, doctora Jonson.
Pensé en correr, pero no tuve tiempo y cuando me atrapó, supe sin duda alguna que con mi muerte disfrutaría como con ninguna otra.
Este relato ha sido escrito para participar en el va de reto febrero 2020, propuesto por Jose A. Sánchez.
elementos a utilizar en el desafío:
- La fotografía incluida en la entrada
- responder algunas preguntas: ¿Dónde está? ¿Cómo ha llegado allí? ¿Quién lo ha encerrado? ¿Por qué? …