
Una tarde, la pequeña bruja jugaba en los alrededores de su cabaña con su nuevo amigo mágico. Su tita Jessica le había advertido que no se adentrara en el bosque ni se alejara demasiado. Sin embargo, atraída por una nube de mariposas se alejó tras ellas. De pronto, se halló perdida. Anocheció sin que se diese cuenta. Un hombre muy alto y con los ojos más raros que Fiona hubiese visto alguna vez, se le acercó muy sonriente. La pequeña bruja ignoró los filosos colmillos que destellaron en la oscuridad.
—¿Estás perdida, pequeña? —Ella asintió con la cabeza—. Si quieres te llevo hasta tu casa, sé orientarme bien por el bosque.
Fiona recordó la segunda advertencia de su tita; esa que le impedía llevar a nadie hasta la cabaña. La niña estaba tan asustada que la ignoró y tendió la manita. El hombre se la cogió. Ella se sorprendió de que la tuviese tan fría. Se sentía igual que jugar con la nieve.
—¿Vives sola? —Fiona negó con la cabeza.
—Vivo con mi tita, Bubu, mi gato y Zazu, nuestro perro.
—¿Y a dónde ibas? Está oscuro para que andes sola en el bosque.
—Sólo paseaba y me distraje con las mariposas. A mi tita no le gusta que ande sola por ahí.
—¿Cómo se llama tu tita? —La pequeña titubeó unos segundos.
—Jessica. Yo me llamo Fiona. —Los ojos del hombre destellaron.
—¿Me invitarías a tu casa, pequeña? —Ella lo meditó; luego cabeceó una vez.
A cierta distancia luces titilantes brillaban en la oscuridad. La pequeña soltó la mano del desconocido y echó a correr, alegre de haber regresado.
—Ahí está nuestra cabaña. —Fiona se volvió, pero el hombre había desaparecido.
***
La pequeña entró en tromba. Bubu salió a su encuentro.
—¿Dónde te habías metido? —Fiona guardó silencio—. No te habrás alejado de aquí, ¿verdad? —La niña acercó el índice y el pulgar sin llegar a tocárselos.
Una voz varonil interrumpió la conversación.
—No la regañes, es apenas una niña.
La mujer empujó a la pequeña a sus espaldas. El vampiro curvó los labios.
—¡Lárgate!
—¿No me invitas a cenar?
La pequeña bruja movió la nariz. La puerta de madera se abrió de golpe. Bubu saltó sobre el vampiro. Una criatura fornida, hecha de troncos, ramas y flores, entró y se abalanzó contra el invitado no deseado. El perro ladró y fue a por su pierna. El hombre gritó. La criatura arbórea le clavó sus ramas una y otra vez, hasta que logró atravesarle el corazón.
Jessica cogió la escoba para deshacerse de las cenizas mientras Fiona devolvía a su amigo Florentín al jardín trasero.
—Recuérdame no volver a prohibirte jugar con la magia, cariño.
Fiona asintió muy sonriente. Con los deditos cruzados en la espalda tomó nota mental de crear más amigos como Florentín, sólo por si acaso. Después de todo, ahora su tita, seguro, la dejaría jugar con su imaginación y la magia sin imponerle castigos. Además, siempre vendría bien tener buenos amigos que ayudaran a limpiar la cabaña.
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Esta historia fue escrita para el taller «Escritorzuelos» que impartió Daniel Hermosel Murcia, @danielturambar.
Gracias por estar allí, os abrazo grande y fuerte.