Etiqueta: Futurismo

  • EXPERIMENTUM

    El rostro de una chica de cabello castaño en primer plano sobre una especie de fuente de la que surge un chorro de agua. Debajo, un símbolo singular. En el fondo una ciudad futurista y un cielo nublado. Todo en un tono plomizo. Las letras de la portada son amarillas con reborde verde fluorescente.

    Sácarac, 2055 d. CM.

    Randra procesó el último lote de alimentos sintéticos. Por el rabillo del ojo miró el reloj; faltaban cinco minutos para que terminara su jornada. El calor bajo el traje de seguridad le perló la frente de sudor. Detuvo la máquina y pulsó el botón. La voz sintética le dio la autorización y salió a prisa.

       Caminó pasillo a través en dirección al cuarto de intercambio. Colgó el traje, abrió su casillero y cogió la pequeña mochila. Echó un vistazo alrededor y después de asegurarse de que ningún obrero andaba por ahí, entró en el baño.

       El rostro andrógino que observaba en el espejo arrugó la nariz, juntó las cejas y apretó los labios. «Porquería de maquillaje», pensó mientras corregía el tono de piel. Usó el labial y cerró los ojos mientras fijaba el polvo con el spray. Guardó el maquillaje y asió el frasco de perfume. Pulsó el atomizador; odiaba el olor a químicos que se le impregnaba en la piel al utilizar ese maldito traje.

       La sirena de salida le aceleró el pulso. Revisó los lentes de contacto con rapidez, el derecho le molestaba horrores. Tragó saliva. La sed Hacía de las suyas. Cogió una esponja hidratante y se la metió en la boca en el instante en que abrían la puerta.

       —No sé cómo haces para finalizar siempre a tiempo y parecer recién salida de la ducha —dijo una de las obreras que entró.

       Randra se colgó la mochila con agilidad.

       —Cuestión de práctica —respondió y les guiñó un ojo.

       —Exigencias del curro nocturno —dijo otra—. Como llegue vuelta un asco la echan de patitas a la calle.

       —Eso también. En «Apocalipsis» son exigentes —dijo y apretó el paso.

       —No sé cómo trabaja en ese lugar —murmuró otra de las obreras.

       Las palabras le llegaron amortiguadas.

       —Mera supervivencia, querida —masculló para sí.

       Randra puso un pie fuera de la fábrica. La luz solar todavía no atenuaba su fulgor. Exhaló el aire y echó a andar. «Otro día más sin que me pillen», pensó mientras caminaba a zancadas hacia el transportador.

    Puedes leer la historia completa en Free2z.


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