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  • YUGEN – 02 – HOGOSHA KOTODAMA – PROTECTORES DE ALMAS

    Una chica oriental, vestida con un larguísimo kimono azul turquesa  con algunos dibujos en las mangas. Está en unas rocas y el mar se extiende al otro
lado de estas. También en el lado  en el que está la chica, que tiene el pelo negro y muy largo. A su lado hay como un par de pequeños dragones. Y en el
horizonte se distingue una isla lejana, borrosa.
    Imagen libre de derechos de Panji Lara en pixabay

    Leyenda

    En un misterioso libro antiguo escrito en paralelo al Kojiki, libro que narra la historia antigua de Japón, existe una leyenda que explica el origen de los hogosha kotodama, clan de protectores de almas cuya ocupación era resguardar y proteger las almas humanas rescatadas por los ryoshi kotodama.

    Cuenta la leyenda que Amida, el dios protector de las almas humanas habló con Watatsumi para plantearle lo que estaba ocurriendo en el mundo mortal, pues él conocía la debilidad  del dios dragón por los humanos. El dios accedió y le propuso a amida la creación de un clan que, de la mano de los cazadores, se ocupara de resguardar las almas arrancadas de su receptáculo original. Puesto que una vez que el alma es robada por un shinigami, el cuerpo pierde el vínculo  y es imposible restaurarlo, era necesario proveerles de un nuevo receptáculo. Amida accedió y fue entonces que Watatsumi habló con su primogénita. La princesa Otohime aceptó colaborar y utilizó su sangre para crear una nueva raza de dragones; los ri-riu y los dotó con un sentido de la vista superior al de cualquier otra criatura. De esta forma ellos podrían ver mucho más allá de lo superficial e identificar a los shinigamis, así como al resto de criaturas sobrenaturales. Los ri-riu  se establecieron en el mundo mortal. La princesa dragón les concedió la facultad de transformarse en humanos. Una característica indispensable para poder pasar desapercibidos. Estos servidores de Watatsumi regresaban al mar  durante el plenilunio de cada mes y permanecían en él durante tres días con sus noches para poder recargar su energía vital; de lo contrario, su espíritu dragón quedaba confinado perdiendo sus poderes. Quedar confinado era tan doloroso que algunos decidieron ahogarse en el océano al no poder soportarlo. Esto dejaba libre a sus espíritus mientras que los cuerpos eran rescatados por Otohime quien los llevaba al palacio de su padre para que durmiesen allí el sueño eterno.


    Sinopsis

    En Kioto, una ola de muertes inexplicables mantiene oculta la desaparición de más de una decena de jóvenes. No hay rastros de cómo o por qué desaparecen. Lo único que tienen todos estos jóvenes en común es que forman parte del linaje directo de una casta desaparecida hace más de un milenio: los ri-riu, dragones cambiantes al servicio de Watatsumi, el dios dragón, quienes constituyeron el clan de los hogosha kotodama o  protectores de almas.

    Tras el ataque que sufre Kai, descendiente directa del linaje de los ri-riu, se descubre la existencia de los uwibami; dragones cambiantes cuya principal misión es evitar que los protectores de almas resurjan tal como lo han hecho los cazadores de almas.

    Kai tendrá en sus manos una difícil decisión: aceptar el legado que la convertirá en ri-riu  y así salvar miles de almas humanas o salvar la vida de su hermano gemelo. Decida lo que decida, hay un destino que no podrá eludir pues solo ella posee el poder para realizar el ritual que hará renacer las almas rescatadas.

    ¿Podrá Kai descubrir quién se oculta detrás de tanto odio contra la humanidad? ¿Logrará salvar la vida de su gemelo?

    Dragones, humanos, criaturas sobrenaturales, magia, leyendas; se unen para dar forma a una historia que funde fantasía y realidad en el marco de una de las culturas milenarias más fascinante del mundo.


    Kioto, 2021 d. C.

    El volumen de la televisión alcanza una magnitud insoportable. Kai sale de la cocina con intención de coger el control remoto. La joven se detiene al observar el rostro pálido de su gemelo. Kai lo estrecha entre sus brazos con fuerza. El joven tiembla. Una lágrima se le escapa.

    Kay se aparta de su gemelo. Le seca la lágrima furtiva y le quita el control remoto. Apaga el televisor y coge la barbilla de Kyoko. Se para frente a él de tal forma que el joven pueda verle bien todo el rostro.

    —Estoy segura de que lo encontrarán. —Kyoko la observa; sus ojos rezuman desconfianza.

    —Es el quinto que desaparece —dice más alto de lo que pretendía.

    —Lo sé, pero debemos confiar y mantener la calma.

    —No estará para nuestro cumpleaños —El joven se deja caer en el sillón.

    Kay se inclina y le besa la frente. Es consciente de lo importante  que es Kevin para su hermano. La rabia le acelera el pulso. Se muerde la lengua antes de maldecir a los dioses. No romperá la promesa que le hiciera a Kyoko. Su gemelo detesta que lo compadezca por cada circunstancia adversa que le toca afrontar. Perder a sus padres tan pronto la había convertido en una sobreprotectora insufrible. Sin darse cuenta casi lo convierte en un inútil. La rabia enardece su temperamento. ¿Por qué tiene su hermano que afrontar tantas pérdidas? Primero la audición, luego sus padres, ahora Kevin. El único que se había fijado en su hermano sin importarle nada más. Si es que los dioses son unos desalmados. El pensamiento se le escapa. Está demasiado enfadada para reprimirse o reprocharse. El pellizco de su hermano la devuelve a la realidad.

    —Deja de rumiar contra los dioses —le dice Kyoko—. Tienes razón, tenemos que seguir adelante. la vida no se detiene.

    El corazón de Kai da un salto olímpico y se le asienta de nuevo.

    —Vale, ven a la cocina, preparé lo que más te gusta.

    El joven se levanta consciente de que su hermana necesita estar segura de que no se quebrará. En realidad, él también lo necesita. Lo que menos desea es convertirse en un sufrimiento constante para Kai. Kyoko la sigue de cerca. Ambos se esfuerzan por apartar un rato de sus mentes y sus corazones la trágica noticia.

    ***

    El akuma aguarda las órdenes. En el instante en el que el dios se aproxima sus ojos flamean.

    —Necesito que vayas al mundo mortal y acabes con esta jovencita. —El dios invoca una imagen nítida de Kai.

    —¿Puedo jugar con ella?

    El rugido del dios obliga al demonio a recular varios pasos.

    —Vuestros jueguecitos han despertado la curiosidad de los humanos. Limítate a obedecer.

    —De acuerdo. —El demonio desaparece.

    Desde las sombras surge una silueta femenina. La mujer hace una reverencia que deja al descubierto el tatuaje que le cubre la espalda y otras partes del cuerpo. Es un uwibami de escamas negras y doradas, tres cuernos en la cabeza y ojos prominentes.

    —Asegúrate de que no falle bajo ningún concepto.

    —Como ordenes —responde la mujer.

    La asesina se difumina entre las sombras sin dejar rastro.

    ***

    Otohime escucha atenta la narración de la pequeña criatura marina. La despide con una leve reverencia y corre pasillo a través. Watatsumi, dios dragón de los mares se encuentra en medio de una recepción real. La princesa dragón avanza entre los comensales. El dios advierte la preocupación que empaña la mirada de su primogénita y se excusa para hablar con ella.

    —¿Qué te ocurre? —pregunta en voz muy baja.

    —Aquí no, padre. Hay demasiados ojos y oídos indiscretos.

    El dios asiente con la cabeza. ambos acuerdan encontrarse en cuanto finalice la pequeña recepción.

    Otohime deambula con el cuerpo tenso. La entrada de su padre la sobresalta.

    —Ahora sí, explícame qué ha ocurrido.

    —Los descendientes del linaje ri-riu están desapareciendo del mundo mortal sin dejar rastros. No hay una explicación precisa.

    —No la habrá para ti, pero está muy claro que tiene que ver con las muertes que vuelven a ocurrir. —La princesa se detiene.

    —Es lo más probable.

    —Me ocuparé de esto. No debemos permitir que los sigan eliminando, el desequilibrio sería irremediable.

    —Lo sé. El problema es que no estoy segura de que podamos protegerlos a todos.

    Watatsumi la abraza con firmeza. Ella apoya la frente en su pecho. El ritmo del corazón de su padre la serena.

    —Deja todo en mis manos y mantente atenta. En cualquier momento tendremos que entrenar a los nuevos protectores.

    Otohime se estremece ante la perspectiva de lo que implican las palabras de su padre. La pesadilla retornaba más de un milenio después y prometía ser mucho peor que la última vez.

    ***

    La pareja de ri-riu acuden a la convocatoria del dios dragón. Ambos son conscientes de que la situación debe ser comprometida para que se les haya solicitado acudir con tanta urgencia. Watatsumi explica la situación sin omitir detalles.

    —Debéis ir cuanto antes y protegerla. Sin ella la situación sería insostenible.

    —No pretendo contrariar vuestra voluntad, pero hasta el momento nadie sabe quién es —dice Umiko.

    —Tampoco hay evidencias de que su espíritu ri-riu tenga intenciones de despertar —agregó Isamu.

    —Alcanzará la mayoría de edad en unos días. correr el riesgo sería una insensatez. —La princesa se hace visible—. Además, en teoría, de los otros tampoco se conocía su identidad y han desaparecido.

    —Otohime os proporcionará la información que necesitéis —dice el dios—. Id con cautela. No quisiera perderos.

    El afecto del dios les alcanza el corazón. La emoción es tan embriagante como un buen sake.

    —Cuidaremos de ella con nuestra vida de ser necesario —declara la pareja al unísono.

    La princesa se ocupa de dar la información. Con los objetivos claros, Umiko e Isamu se marchan a la superficie.

    ***

    Kai camina de la mano de su gemelo. Kioto sigue como siempre. Resulta increíble que la ciudad continúe imperturbable con todo y los crímenes que están ocurriendo. Una brisa la envuelve. Los aromas de la ciudad la distraen de sus cavilaciones. Entre las sombras un par de ojos dorados refulgen. La joven sonríe ante una broma de su gemelo. En la siguiente esquina, una pareja  observa la vitrina de la tienda a la cuál se dirigen. La joven se detiene junto a la mujer. Esta intercambia una mirada con su compañero. Otohime no había mencionado nada sobre un gemelo. El parecido entre ambos es innegable. Isamu se encoge de hombros.

    —entra tú —invita Kai—. Te espero aquí.

    Kyoko le da un beso en la mejilla y entra. La joven se vuelve para charlar con la mujer. La expresión de Umiko cambia; se torna feroz. Kai da un paso atrás. Isamu la coge por la muñeca y tira de ella en el instante en el que un demonio cierra los brazos con la intención clara de cogerla.

    ***

    Kai grita y se zafa del agarre. El miedo le palpita al mismo ritmo del corazón: desbocado como un animal salvaje. El demonio se abalanza sobre ella. La joven se agacha por puro instinto. Una voz interna le habla con firmeza; le advierte del peligro. En una curiosa pirueta, rueda sobre sí. Kai experimenta unos segundos de alivio que se esfuma tan pronto como aparece. El demonio le lanza un zarpazo que la alcanza en un hombro. Isamu maldice. Quiere librarse de esa criatura, el problema es que la joven está en el medio. Kai ahoga el grito. El dolor la recorre como una lengua ardiente y la hace trastabillar.

    La criatura acorta la distancia. En un intento por cogerla le clava las zarpas en la espalda. Kai cae al suelo. Una lágrima se le escapa al recordar a Kyoko.  Si muere su gemelo quedará a merced de esa criatura.

    Isamu saca su espada Y se lanza al ataque. El demonio forma una espada flamígera.

    —¡Sácala de aquí! —ordena el ri-riu antes de lanzar un mandoble.

    Umiko gesticula. Un Kanji brillante se forma sobre el cuerpo de Kai. En minutos, un enorme dragón azul con forma de serpiente surge desde un portal.

    —Sheiryu, es urgente llevarla con Watatsumi.

    —¿Necesitáis ayuda con esa cosa? —Umiko niega con la cabeza.

    La enorme criatura coge a Kai con delicadeza y la lleva consigo al fondo del océano.

    ***

    Umiko desenvaina su espada en el instante en el que el portal se cierra y desaparece. El demonio se encuentra acorralado. Por el rabillo del ojo Isamu distingue una figura femenina.

    —Qué lucha más desigual. No os importa si me uno para equilibrarla, ¿no?

    Los ri-riu intercambian una mirada. Acaban de escoger a su adversario.

    Umiko se abalanza sobre el demonio. Entre tanto, Isamu hace lo propio con la recién llegada. Las espadas chocan contra el suelo. La mujer ayuda al demonio y evita que la espada lo atraviese.

    Los ri-riu unen su energía vital. Umiko dibuja un kanji de ataque que se estampa contra la frente del demonio. La criatura suelta la espada. Isamu aprovecha para lanzar un mandoble contra la mujer. La asesina se carcajea. En un estallido de energía se transforma en una dragona de escamas negras y doradas, de ojos saltones y tres cuernos sobre la cabeza. la uwibami lanza un zarpazo. Isamu no logra esquivarla a tiempo. Las tres garras se le clavan en el hombro derecho. Como puede el ri-riu se libera. Incapaz de transformarse debido a la herida que drena su energía vital, entretiene a la asesina mientras Umiko absorbe el alma del demonio y resguarda el resto en los recipientes sagrados.

    Isamu recoge la espada. La uwibami se percata de la intención de Umiko y desvía el ataque. El ri-riu lo intercepta y la hiere. La dragona desaparece entre las sombras.

    —¿Puedes aguantar? —Isamu cabecea.

    Umiko se encarga de eliminar cualquier evidencia sospechosa y deshace el velo que los mantenía a cubierto de ojos humanos.

    —volvamos a casa —dice la ri-riu mientras coge a su compañero con firmeza.

    Kyoko sale corriendo de la tienda. Quiere detener a la pareja. La última vez que había visto a Kai estaba de pie al lado de esa mujer. No permitirá que se larguen sin decirle dónde está su gemela. ¿qué hicieron con ella? El pulso se le acelera ante la posibilidad de no volver a verla. Si la perdía a ella también, moriría.

    Los ri-riu aceleran el paso. La mujer aprovecha  el callejón que se abre a la derecha. Arrastra a su compañero. Kyoko corre y se adentra. Grita enfurecido al encontrar el callejón vacío  sin advertir el peligro que se cierne sobre él.


    Glosario

    Amida: dios protector de las almas humanas.

    Kojiki: libro que narra la historia de japón.

    Kotodama: alma.

    Hachiman: dios de los samuráis, el arco y protector de japón.

    Ikigai: sentido de la existencia. razón que motiva a seguir adelante cada día.

    Inari: dios del arroz y la fertilidad.

    Kitsune: sirviente de Inari con habilidades mágicas y la capacidad de adoptar forma de zorro. Son considerados entes espirituales.

    Ryoshi: cazador.

    Shinobi: ninja o asesino.

    Shinigami: ser sobrenatural que induce la muerte en los humanos o siembra en ellos el deseo de morir.

    Shoshinsha: eterno aprendiz.

    Akuma: demonio o espíritu maléfico.

    Kiuketsuki: vampiro.

    Kanjis: símbolos del alfabeto japonés.

    Takamagahara: el cielo.

    Otohime: Princesa dragón de los mares e hija de Ryujin (Watatsumi).

    Watatsumi: este dios del mar también se conoce como el dios dragón, Ryujin, y tiene la capacidad de cambiar de forma a la forma humana. Se representa como un dragón en forma de serpiente de color verde.

    Sheiryu: es un dragón enorme de color azul que se dice que protege el este y la ciudad de Kioto y que representa el agua y la primavera.

    Uwibami: este dragón simboliza mirar en todas direcciones antes de actuar.

    Ri-Riu: es un dragón bastante desconocido. Se dice que es el dragón que posee la mejor vista en comparación a otros dragones.

    Hogosha: protector.


    Nota de la autora

    Ante todo ofrezco disculpas anticipadas a los amantes de la cultura nipona por si os encontráis algunas imprecisiones en relación a la mitología o algunas criaturas sobrenaturales. Pese a mis dos días de documentación, es muy posible que sea necesario afinar algún detalle.
    He de confesar que algunas palabras las he utilizado a favor de dar forma a la trama y los personajes. Asimismo, confieso que la leyenda y lo que se desglosa de ella es ficción y responsabilidad de quien escribe.
    Hechas las aclaraciones que considero más relevantes, solo me queda agradeceros si habéis llegado hasta aquí. Ojalá hayáis disfrutado la historia.


    Este relato ha sido escrito para participar en el #DesafíoSinOpsisAbril2021, propuesto por Jessica Galera Andreu @Jess_YK82.


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  • YUGEN – 01 – RYOSHI KOTODAMA – CAZADORES DE ALMAS

    Una joven asiática que viste un kimono de color rojo con flores. La joven lleva el cabello recogido y adornado con flores de color rojo. Lleva un parasol en la mano. al fondo se observa un bosque floreado con mucha niebla
    Imagen libre de derechos de Sasint Tipchai en pixabay

    Sinopsis

    Una ola de muertes inexplicables azota Kioto y sus alrededores. En pleno siglo XXI, resurge la casta de un clan de shinobis extintos hace un milenio. Los misteriosos asesinos constituyen el clan de los ryoshi kotodama o cazadores de almas.

    Hiruko, kitsune de Inari, dios que prometió albergar en sus templos a los cazadores de almas, acude  ante la convocatoria que recibe por parte del dios junto a otros mensajeros a su servicio. El dios expone la crítica situación e informa que los elegidos serán convertidos en ryoshi kotodama y su ikigai será, de ahora en adelante,  cazar a quienes están robando las almas humanas.

    Los únicos aliados con los que contarán los nuevos cazadores han sido sus peores enemigos hasta el momento. Ningún kitsune se habría imaginado jamás colaborando codo con codo junto a las criaturas más despreciadas desde tiempos inmemoriales. Por su parte,  los kiuketsukis se ven obligados a forjar una alianza que garantice su supervivencia, pues sin los humanos, se quedan sin su alimento vital.

    Sanadores que han de convertirse en guerreros; vampiros que deberán transformarse en maestros y un objetivo en común: librarse de los demonios que pretenden exterminar a la humanidad, confluyen en una historia donde  criaturas sobrenaturales, la magia, las leyendas y la cultura de la tierra del sol naciente cobran vida y se transforman en una maravillosa oportunidad que invita a los lectores a evadirse de la realidad.

    Leyenda

    En un misterioso libro antiguo escrito en paralelo al Kojiki, libro que narra la historia antigua de Japón, existe una leyenda que explica el origen de los  ryoshi kotodama o cazadores de almas. Un clan de shinobis (asesinos que absorben el alma de un shinigami transformado en akuma y rescatan la humana que los demonios han robado previamente) creados por Hachiman a petición de Amida.

    Cuenta la leyenda que el dios protector de las almas humanas, preocupado por la ola de muertes inexplicables que estaban ocurriendo en el mundo mortal, solicitó ayuda a su hermano. Antes de conceder el favor, el dios de los samuráis y protector de Japón indagó entre sus fieles seguidores para conocer de primera mano lo que estaba sucediendo. Los samuráis explicaron al dios que Aneko, una shoshinsha (aprendiza) había solicitado el favor de Inari porque quería tener descendencia. El dios se lo concedió y la mujer yació con un  shinigami. Inari enfureció al percatarse de lo sucedido entre el demonio y la shoshinsha y la condenó a permanecer en el Yomi. La situación se torció durante el parto, ya que la criatura demoníaca que había engendrado Aneko bebió su sangre hasta provocarle la muerte y se quedó con parte de su alma. La criatura vagaba entre los vivos y se reproducía sin control. Era necesario contar con una fuerza capaz de hacerles frente y asesinarlos, además de recuperar las almas robadas. Debido a su naturaleza, a esos demonios solo se les podía asesinar absorbiendo sus almas.

    Hachiman habla entonces con Inari y le plantea sus requerimientos antes de crear la nueva casta de guerreros. El dios de la fertilidad accede a que los cazadores de almas se escondan tras los muros de su santuario.



    Kioto, 2021 d. C.

    La luz del poste más cercano se refleja en el pálido pelaje. El pequeño animal avanza con cautela. El cuerpo femenino aún emana calor. El zorro olisquea muy cerca del rostro. Arruga el hocico. Un estallido platinado da paso a la figura de una joven de larga cabellera. Hiruko gesticula con rapidez. Una serie de símbolos dorados se aproximan a la piel de la mujer tendida en el suelo. La sanadora frunce el entrecejo al percatarse de que se desvanecen sin más. Con el pulso acelerado y el temor aleteándole en el pecho lo intenta de nuevo; una, dos, cuatro veces. Es inútil. Un grito distante llama su atención. Coge entre sus dedos la perla que lleva colgada en el cuello. Algo terrible se había desatado en la ciudad. Vuelve a transformarse y sale disparada hacia donde le dicta el instinto. Mientras avanza quiere comunicarse con sus hermanos. Su voz psíquica no obtiene respuesta. El temor le recorre por las venas. Lo único que logra percibir es una desolación aterradora. Lo que sea que esté ocurriendo es mucho peor de lo que alcanza a imaginarse. Hiruko eleva una plegaria silenciosa. La presencia de los dioses es su única oportunidad.

    ***

    El joven baja la escalerilla de acceso al templo y trastabilla. Da manotazos para mantener el equilibrio. Una brisa gélida le cala hasta los huesos. Levanta la mirada. El cielo se había aborregado de improviso.

    Echa a andar hacia la salida del santuario. Una sombra se atraviesa en su camino. Abre la boca con intención de pedir una explicación. El grito se le queda atascado en la garganta. Las piernas le tiemblan como si fuesen de gelatina. Un recuerdo infantil surge desde lo más profundo de su memoria. A su abuela le encantaba contarle las leyendas relacionadas con los demonios. El akuma curva los labios delgadísimos en una mueca que pretende simular una sonrisa; sus ojos llamean segundos antes de abalanzarse sobre el joven para apoderarse de su sangre y su alma.

    ***

    Inari adopta forma humana. Encontrar el cadáver del joven casi a las puertas del templo lo enfurece. Una ristra de malos recuerdos le ensombrece el rostro. Su espíritu viaja más de un milenio atrás.

    —Escucha mi súplica, Inari. Es el latido de mi corazón quien te ruega.

    —¿Qué anhela tu corazón? —La joven shoshinsha se irguió en presencia del dios.

    —Un heredero a quien pueda legar tus enseñanzas. Te serviremos —prometió la joven aprendiza.

    —Así sea —concedió el dios.

    Si tan solo se hubiese tomado la molestia de indagar un poco más, se recriminó Inari. Con toda la delicadeza de la que fue capaz recogió el cuerpo sin vida y entró al templo. La rabia que hervía en su interior era casi tan letal como aquella que le produjo descubrir a la aprendiza abierta de piernas para ese maldito shinigami. Condenarla a permanecer en el Yomi no serviría de nada si no lograba evitar lo que él mismo había ocasionado por su negligencia. Ese demonio atrevido no se saldría con la suya si él podía evitarlo. Qué ingenuo y que arrogante había sido. La semilla del mal había arraigado en aquel vientre y ni con todo su poder fue capaz de arrancarla. Desde luego, nada lo había preparado para lo que ocurriría meses después. Y todo había sido por su culpa. Encontrarse a la aprendiza exhalando su último aliento vital le ofreció un alivio momentáneo. Apenas un fragmento diminuto de esa alma débil era lo que había dejado el engendro. Las cosas no podían ir a peor.

    ***

    Amida, dios protector de las almas humanas, se paseaba por el Takamagahara incapaz de detenerse. La atmósfera en el cielo era casi tan sombría como en el mundo mortal. Tantas muertes sin sentido. El corazón del dios se estremeció. Lo peor, además de la cantidad de humanos que morían sin una explicación razonable era la pérdida de sus almas. Algo terrible ocurría y él no lograba dar con la verdad.

    —Hermano —saludó Hachiman—. ¿qué acongoja tanto tu espíritu?

    —He perdido mis dones, hermano —admitió con gran preocupación—. entre los mortales se ha desatado una ola de muertes irracionales y a destiempo y no logro contactar con sus almas. Están perdidas.

    —Eso es imposible. ¿Estás seguro?

    —Completamente. Por eso te convoqué. Necesito tu ayuda.

    —Cuenta con ella.

    Los dioses se trasladaron al mundo mortal. En las afueras de Kioto todo era un caos debido a tantos fallecidos. Hachiman observaba con el entrecejo fruncido. el espectáculo era dantesco y nada tenía que ver con muertes naturales. Mucho menos podían endosárselas a alguna mano humana, por muy cruel que esta fuera.

    —¿Qué es lo que ocurre? —inquirió el dios a uno de sus samuráis.

    —Hay una plaga de criaturas demoníacas. Beben sangre hasta absorber el alma de quien tengan entre sus fauces.

    —Los kiuketsukis no son ladrones de almas.

    —Ellos no; estas criaturas sí. Son muy parecidas a un shinigami, sólo que tienen mirada de fuego y colmillos oscuros y ponzoñosos.

    —¿De dónde han salido? En el Yomi no existe nada similar —aseguró Amida.

    El samurái informó a los dioses sobre lo ocurrido entre la shoshinsha e Inari.

    —Os encargaréis de cazar a esas criaturas —ordenó Hachiman.

    —Somos simples samuráis. Nuestra espada no tiene ningún efecto sobre esos akuma. Necesitáis guerreros silenciosos; asesinos implacables con algún don que les otorgue ventaja.

    Hachiman meditó respecto de la solución que había propuesto el samuray. Era consciente de lo que debía hacer. Sin embargo, tendría que hablar primero con Inari.

    ***

    Inari observaba a sus iguales. En su rostro la rabia y la vergüenza se turnaban para reflejar lo contrariado  y compungido que se encontraba. No hizo falta preguntar el motivo de su inesperada visita. El dios era consciente de lo que estaba ocurriendo, así que se limitó a escuchar la propuesta y responder las preguntas que le hicieron.

    —¿Estáis seguros de lo que pretendéis hacer?

    —No tenemos otra alternativa —dijo Amida con el rostro surcado de líneas por la preocupación.

    —Los samuráis no pueden asumir ese ikigai, Inari —recalcó Hachiman—. Sería pedirles demasiado y morirían inútilmente.

    —Ese samurái es una filtración que no nos conviene en este momento.

    —No te preocupes por él, eso ha quedado resuelto. A esta hora ni siquiera recuerda que hemos estado en el santuario.

    El dios de la fertilidad meditó mientras deambulaba sin parar.

    —De acuerdo. Crea a los cazadores de almas. Yo me comprometo a ofrecerles el resguardo necesario y garantizar el secreto.

    —Gracias, no olvidaré esto, Inari —dijo amida.

    —Así sea —decretó Hachiman.

    Inari fue testigo de la creación de los nuevos guerreros. El corazón le palpitaba con fuerza y solo esperaba poder enmendar su terrible error algún día.

    ***

    Kioto, 2021 d. C.

    Hiruko camina a paso rápido por la acera derecha. Acaba de anochecer. Necesita darse prisa. No da buena imagen llegar tarde cuando tu dios te convoca con urgencia. Mira ceñuda de un lado a otro. La aparente tranquilidad le pone la piel de gallina. Esos últimos días habían sido una verdadera locura. Se estremece de pies a cabeza. el recuerdo de los cadáveres hace que el corazón y también el estómago le den un vuelco. En toda su vida como kitsune nunca había visto algo semejante. No había poder ni kanji sanador que contrarrestase tanta malevolencia.

    Cruza hacia la otra acera. A lo lejos distingue las luces del santuario. Está lista para transformarse cuando el aroma penetrante a canela y clavos la envuelve.

    —No tengo tiempo para juegos, Kasumi —dice y se cruza de brazos—. Inari me espera.

    El vampiro cabecea una vez y se aparta a un lado. La joven entrecierra los ojos. El recelo surge en su interior con tanta fuerza como la que posee un volcán en erupción.

    —Ten cuidado, preciosa. la noche ha dejado de ser segura para vosotros… en realidad para cualquiera que se precie de tener alma.

    —Serás descarado —dice acusatoria—. Os estáis aprovechando, pero te aseguro que se os va a acabar la fiesta.

    —Ni yo ni los míos somos responsables de nada de lo que pretendes acusarnos.

    —¿Esperas que crea que sois inocentes?

    —Lo somos —dice con tono acerado—. Si prefieres una voz más confiable, pregunta a Inari. Luego puedes ofrecerme disculpas.

    —Ni lo sueñes —espeta y se transforma en una preciosa zorra de pelaje blanco.

    —Como prefieras —dice el vampiro en voz baja—. Solo asegúrate de ir con cuidado. El peligro acecha.

    La kitsune sale disparada sin mirar atrás.

    ***

    Inari hace acto de presencia. En el templo una veintena de sus más fieles kitsunes aguarda para reunirse con él. El dios clava la mirada en la pequeña zorra que acaba de llegar. Corría con tanto agobio por el temor de ser reprendida que casi le roba una sonrisa. De no ser por el verdadero motivo por el cual los había convocado, se habría tomado el tiempo de tranquilizar a la criatura. La joven se transforma y ocupa su lugar en las filas. Inari se aproxima. El gesto solemne de sus fieles kitsunes le revuelve el estómago. Estaba a punto de cometer una acción desesperada que los pondrá en riesgo absoluto. Ojalá pudiera retractarse; es imposible. Todo volvía a repetirse y esta vez debían actuar con mucha más premura.

    —Os he convocado porque os necesito —dice y fija la mirada en cada uno de ellos—. Para ninguno de vosotros es un secreto lo que está ocurriendo en la ciudad. Es hora de que hagamos algo o la humanidad corre un grave peligro.

    —¿Qué más podemos hacer? Nuestro poder de sanación no tiene efecto.

    —Tendréis que luchar —advierte el dios.

    —Pero sólo somos kitsunes —dice uno de los presentes.

    —Dejaréis de serlo. —El miedo se expande entre los jóvenes.

    —¿Qué seremos? —Las voces trémulas cobran algo de ímpetu—. Se nos ha entrenado para serviros.

    —Y lo seguiréis haciendo, sólo que ahora seréis cazadores de almas.

    Una exclamación general queda ahogada por una voz aguda que se alza víctima de la descarga de adrenalina que no le permite pensar con claridad.

    —No sabemos ser otra cosa —exclama Hiruko—. Estaremos muertos antes de poder actuar como unos guerreros…

    —Aprenderéis

    —Dentro de vosotros arde una llama potente. El miedo está bien. os mantendrá alerta. Lo que no debéis es darle el poder de paralizaros.

    Los jóvenes se quedan petrificados al escuchar la voz de Hachiman. Ellos nunca habían permanecido con él en el mismo plano y lugar. La presencia del dios es acojonante.

    —Hachiman se ocupará de vuestra transformación y también de vuestro entrenamiento. Siempre podréis acudir a mí —declara Inari.

    —¿Y si no aceptamos? —la insolencia de Hiruko crispa los nervios de ambos dioses.

    —No podéis rechazar —responde Inari—. Quien no acepte, morirá. El secreto que se os acaba de revelar no debe salir de esta estancia.

    —Pero es que no podéis…

    Hiruko se muerde la lengua. Nunca se imaginó en una tesitura semejante. Si alguno de sus compañeros le hubiese afirmado que estaría frente a frente ante dos dioses cuestionando sus designios, le habría dicho que se había vuelto loco. El pulso se le dispara. Las manos se le convierten en dos témpanos y un sudor desagradable la envuelve como una segunda piel. Apenas si puede abrir los ojos y cerrar la boca. Las palabras que pronuncia Hachiman se le clavan en el alma y sublevan a su espíritu. Segundos más tarde, la joven arde envuelta en el fuego de la transmutación. La agonía es indescriptible. Cada instante de su vida pasa ante sus ojos ciegos por el dolor. Morirá; está segura de ello. Hiruko está convencida de no poseer el alma de una guerrera, tampoco la fortaleza física; mucho menos el valor. Lágrimas de sangre le arañan las mejillas. Todo su cuerpo se convulsiona y arquea en respuesta al poder del dios.

    El fuego da paso a una gelidez que penetra en cada célula de su maltrecho cuerpo. el entumecimiento no se hace esperar. un sopor asfixiante la envuelve y enseguida todo lo que la rodea se convierte en una densa oscuridad que engulle su conciencia. Convencida de que dormiría el sueño eterno, la joven permite que la nada la absorba por completo y que sus pensamientos se fundan con el silencio.


    Glosario

    Amida: dios protector de las almas humanas.

    Kojiki: libro que narra la historia de japón.

    Kotodama: alma.

    Hachiman: dios de los samuráis, el arco y protector de japón.

    Ikigai: sentido de la existencia. razón que motiva a seguir adelante cada día.

    Inari: dios del arroz y la fertilidad.

    Kitsune: sirviente de Inari con habilidades mágicas y la capacidad de adoptar forma de zorro. Son considerados entes espirituales.

    Ryoshi: cazador.

    Shinobi: ninja o asesino.

    Shinigami: ser sobrenatural que induce la muerte en los humanos o siembra en ellos el deseo de morir.

    Shoshinsha: eterno aprendiz.

    Akuma: demonio o espíritu maléfico.

    Kiuketsuki: vampiro.

    Kanjis: símbolos del alfabeto japonés.

    Takamagahara: el cielo.


    Nota de la autora

    Ante todo ofrezco disculpas anticipadas a los amantes de la cultura nipona por si os encontráis algunas imprecisiones en relación a la mitología o algunas criaturas sobrenaturales. Pese a mis dos días de documentación, es muy posible que sea necesario afinar algún detalle.
    He de confesar que algunas palabras las he utilizado a favor de dar forma a la trama y los personajes. Asimismo, confieso que la leyenda y lo que se desglosa de ella es ficción y responsabilidad de quien escribe.
    Hechas las aclaraciones que considero más relevantes, solo me queda agradeceros si habéis llegado hasta aquí. Ojalá hayáis disfrutado la historia.


    Este relato ha sido escrito para participar en el #VaderetoAbril2021, propuesto por Jose A. Sánchez @JascNet. La condición era escribir una historia ambientada en Japón y usar alguna de las palabras propuestas. En este caso he incluido ‘ikigai’ y también ‘shoshinsha’ que se refiere al eterno aprendiz.


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