
Observaba aquella habitación y una punzada de envidia le sacudió las entrañas. Se acercó a la cómoda. El brillo de la tiara que reposaba sobre el exhibidor de terciopelo capturó su atención.
Sin poder resistirse, cogió la tiara colocándose frente al espejo. Palabras se dibujaron en él:
Si la tiara quieres tener,
Un sacrificio de sangre deberás hacer.
Plebeya dejarás de ser,
Si tu belleza logras ceder.
Decidida apretó la tiara con fuerza; gotas de sangre brotaron sellando el pacto. La noche dio paso al día. En la plaza se preparaba la hoguera donde ardería la princesa, acusada de hechicera.
Este microrelato ha sido creado para participar en el ‘escribir jugando’de diciembre propuesto por Lidia Castro Navas.