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  • DUELO DE TEMPESTADES – LA LEYENDA DE LA SEÑORA DE LA LUNA OSCURA IV

    Fotografía de tempestad en un paisaje natural
    Imagen libre de derechos tomada de pixabay.com

    DUELO DE TEMPESTADES

    “No hay duda de que la ficción hace un mejor trabajo con la verdad.» Doris Lessing.

    Un rayo atravesó la oscuridad cayendo sobre el viejo roble con un ruido atronador partiéndolo en dos.

    ¡Puuum, Ruuuumble… craaash!

    El viento comenzó a soplar con fuerza silbando su furia contra el pobre roble, haciendo que sus ramas, ya inclinadas y a la deriva, suplicasen por clemencia a las ventanas que, cerradas a cal y canto observaban impávidas como aquel vendaval se abalanzaba contra ellas.

    ¡joouuuuuu, joouuuuuuuh, plac plac!

    Abrí los ojos cuando comencé a sentir cómo se balanceaban de un lado a otro los muebles y por tanto todo lo que en ellos había. Ponerme en pie me costó lo suyo.

    ¡traca,traca,traca,traca!
    ¡traca,traca,traca,traca!

    Me moví con rapidez justo antes de que la lámpara cayese sobre mi cabeza.

    ¡plof, crash, Crick, Crick!

    —grgrgrgr —gruñí, maldiciendo por lo bajo al pisar los cristales esparcidos en el suelo.

    La tierra dejó de moverse por fin, así que decidí salir de mi aislamiento y verificar el estado de la edificación. Visto lo visto, debería haber una gran alaraca y ese silencio, apenas roto por murmullos entrecortados me resultaba sospechoso.

    —¿qué coño se os habrá ocurrido hacer ahora? —Cerré los ojos intentando rastrear al grupo que había dejado en el salón antes de iniciar mi descanso y al no percibirles supe que esta noche habría muchos problemas y más de uno obtendría su castigo.

    Salí con cuidado tras ponerme las botas, un par de pantalones y una camiseta. La luz de la luna se colaba por la ventana iluminando la mitad del espacio, creando sombras fantasmagóricas al chocar contra las estatuas ubicadas a lo largo del pasillo.

    Decidí asomarme por la ventana y ver qué podía divisar en medio de la tormenta, algo no iba nada bien.

    —Estará todo como la boca del infierno —pensé, imaginándome todo lo que deberíamos reconstruir y reparar una vez amainara el temporal.

    —¿Temporal? —pensé, intentando recordar— No se supone que hubiese tormenta esta noche —corrí a una velocidad sobrenatural para acercarme a la ventana.

    Me detuve en seco un instante, mientras veía la luz de la luna reflejándose en el suelo, al tiempo que el viento aullaba contra las ventanas, los truenos y los rayos se escuchaban estallando y la lluvia parecía caer con fuerza.

    ¿Pocpocpoc, pocpocpoc, pocpocpoc, pocpocpoc!

    —Pero, ¿qué demonios? —mascullé al observar aquel espectáculo a través de la ventana.

    Estuve tentado a abrir y gritar como poseso, pero aquello requería una intervención inmediata antes de que todo se saliese de control.

    Bajé las escaleras a toda prisa y de tres en tres, mientras de las diversas habitaciones las iniciadas, los cazadores y el resto de la hermandad salían a medio vestir, con gesto adusto los hombres, con incredulidad las mujeres.

    Alcanzar la puerta de salida me costó lo suyo. El salón mostraba con claridad los vestigios de lo ocurrido y eso me crispó aún más los nervios.

    —No seas demasiado duro —La voz de Brannagh adoptó un tono empalagoso que solo utilizaba cuando se sabía cómplice de las travesuras y procuraba minimizar las consecuencias.

    —Después arreglaré cuentas contigo —Brannagh se estremeció ante la intensidad de mi mirada y aunque intentó guardar la compostura, saboreé la satisfacción de meterle el miedo en el cuerpo.

    —Cabhan, por favor, sé comprensivo.

    —No estás en posición de pedir ni comprensión ni clemencia, tú menos que nadie —Brannagh bajó la cabeza fingiendo una sumisión que yo sabía no sentía.

    —tienes razón, pero —La interrumpí sin darle tregua a que usase su don sobre mí—. Mejor guárdate ese truco para cuando tengas que enfrentar a la guardiana —Ver la palidez en su rostro me regocijó.

    —No serías capaz de…

    —¿en serio crees que no sería capaz? —Achiqué los ojos con malicia—, es evidente que no me conoces, hermana.

    —Por favor, solo son críos —Di un paso hacia Brannagh y vi cómo se encogió de miedo

    —Cierra la boca, Brannagh —espeté con la mano derecha lista para asestar el golpe—. Críos que estaban a tu cargo y bajo la supervisión de esa —me mordí la lengua antes de maldecirla y truncar su destino—. Ocúpate de explicarle tú al primus hunter y al resto de cazadores por qué su descanso se ha visto interrumpido —Miré a mi alrededor y fruncí el cejo—; y arregla este desastre. Vamos a ver si puedo ocuparme de Adad sin que esto pase a mayores.

    Brannagh asintió con una expresión de verdadero temor en el rostro; luego de la furia de Lilith y los terroríficos castigos de la guardiana lo peor era enfrentar el cabreo de Deaglan.

    Salí dando un portazo. Mirando de reojo el ventanal del salón, pude ver a Brannagh gesticulando con la cabeza gacha, mientras Deaglan, cruzado de brazos adoptaba una rigidez cada vez más evidente. Sonreí para mis adentros, aunque la sonrisa no me duró demasiado.

    ¡tilín, tilín, tilín, tilín!
    ¡tilín, tilín, tilín, tilín!

    Me pasé la mano por el rostro y la cabeza una y otra vez observando aquel caos desarrollándose en el patio central. El pobre Aengus hacía sonar el triángulo de la atención tan rápido como sus viejos brazos le permitían, pero nadie parecía escuchar o, mejor dicho, pasaban de él de forma descarada, ya que en menos de dos parpadeos, de la tensa calma que había cuando llegué, los críos pasaron a formar dos bandos iniciales que no duraron mucho en formación y que terminó por transformarse en un todos contra todos.

    —Madre de la oscuridad —alcancé a escuchar, cuando las mujeres salieron en tromba al enterarse de lo ocurrido y comprobaron de primera mano que esta vez no era un exceso de severidad por mi parte.

    Los críos comenzaron a gritar mientras peleaban entre sí con puños, pezuñas, dientes y lo que encontrasen a la mano revolcándose en el lodazal que se había formado producto de la tempestad que había creado Adad, dios babilonio de la tormenta y con un muy mal carácter, a decir verdad. Desde luego, si todo hubiese quedado solo en lanzamiento de bolas de lodo el caos sería menor, pero cuando mezclas a críos con distintos poderes sin desarrollar a los pies de dos criaturas temperamentales e impredecibles, comienzan los verdaderos problemas.

    —¡Aednat! ¡Dónde infiernos estás metida! ¡Sal ahora mismo! —Grité mientras utilizaba parte de mi poder para separar a los críos y alejarlos de aquel duelo antes de que alguno saliese más que lastimado.

    —¡Ya verás tú, soplapollas babilónico lo que es un verdadero temporal! —Abad achicó los ojos cambiando de forma, mientras sus células parecían desintegrarse para volver a unirse en un tornado que prometía arrancarnos a todos de esta dimensión y enviarnos al sueño eterno.

    Mis ojos no daban crédito a lo que veían y, consciente de que se nos iba a armar un buen follón, supe que tenía que mover el culo y la hermandad también, antes de que los críos terminasen hechos polvo y no en un sentido figurativo.

    —voy a arrancarte las escamas una por una, Aednat, por Lilith que te dejaré sin escamas y luego sin piel como no aparezcas ahora mismo.

    Mientras Bad, genio persa del viento y las tempestades se preparaba para enfrentar a Adad, inspiré profundo meditando cuál sería la mejor forma de detener aquel caos sin enfurecer a ninguno de los dos , o al menos no tanto como para que terminase por churruscarnos a todos los presentes con un rayo o ahogarnos en el mejor de los casos.

    —Cuento hasta cinco y más vale que te presentes y me des una explicación —Exigí mientras iba sacando del juego a cada crío, procurando que las hermanas se hiciesen cargo de atender las rodillas raspadas, las manos y las alas humeantes, los rasguños y los moratones.

    Un rayo cayó en medio del lodazal haciendo temblar el suelo. La tempestad arreció aunque por fortuna seguía contenida por los límites del patio central.

    —Sacad a los críos de aquí y procurad que les revisen con detalle, algunas quemaduras necesitan cuidado.

    ¡Poooomba!

    La explosión de uno de los transformadores de energía eléctrica luego de que Adad lanzara un rayo contra el genio nos ensordeció un instante.

    Las iniciadas se estremecieron y comenzaron a moverse a toda velocidad. Eleonora asintió con un movimiento de cabeza, organizando a las hermanas y alejándose del caos todo lo que le fue posible.

    —¿Este soplapollas babilónico va a hacer que muerdas el polvo de la quinta paila del infierno, meretriz angelical —Otro rayo se formó iluminando el centro de aquel tornado infernal que se dirigía hacia Bad levantando todo a su paso.

    —Sorcha, quédate —Alcé la mirada un instante para fijarme en la lucha de ambas criaturas.

    Sorcha siguió mi mirada y apretó los dientes con fuerza.

    —Necesitaremos algo más que tu fuerza y la mía —Asentí sin dejar de mirar el duelo climático y la destrucción que empezaba a devastar el paisaje y que amenazaba con alcanzar a toda la hermandad.

    —Lo sé.

    —¿La llave, sabes quién fue? —Iba a responder cuando Aednat decidió dar la cara.

    —He sido yo, Sorcha

    Al ver el rostro de la guardiana comprendí por qué las iniciadas y tantos integrantes de la hermandad le temían y le odiaban en la misma medida. Sin pensármelo demasiado me interpuse entre ambas.

    —Tendrás tiempo de encargarte de su corrección mas tarde —Advertí a la guardiana antes de golpear a Aednat en el rostro.

    A la chica se le llenaron los ojos de lágrimas y la boca de sangre, pero supo guardar la compostura.

    —Desde luego que me haré cargo, Cabhan —La chica palideció al escuchar el tono de la guardiana.

    Mis ojos cambiaron de color producto de la furia, al ver cómo el genio usaba su poder para arrojarle a Adad lo que iba encontrando a su paso.

    —¿Tienes idea de lo que hiciste? —Aednat tragó con fuerza, bajando la mirada.

    —Lo siento, Cabhan, yo solo quería que los críos se divirtiesen, no imaginé que —Mi depredador rugió en mi interior haciendo que Aednat diese un paso atrás—. Y no se te ocurrió otra brillante idea que abrirle el portal a un genio y a un dios de la tempestad, ¿no? Si es que pedir que uses la cabeza para algo más que lucir los cuernos de tu depredador es mucho pedir.

    —Conjuré a Adad cuando el genio perdió el control llevándose los críos fuera, Cabhan. Te juro que —La ira me cegaba de tal forma que volví a golpearla ahora dejando mis garras hacer sendos surcos en su rostro.

    Algunas iniciadas chillaron al ver el rostro de Aednat desfigurado, pero me bastó una sola mirada para hacerles callar.

    —¡Abre el portal! —Ordené al ver como las tempestades iban aumentando su ferocidad—. Y más te vale que te asegures de hacerlo bien, o te juro que no habrá más lunas oscuras para ti, Aednat.

    Aednat palideció y trastabillando se ubicó en medio de aquellas criaturas. Supe cuando inició el conjuro pues sus labios se movían incesantes y la atmósfera iba cambiando cargándose de energía.

    —No es suficiente, Cabhan, tenemos que unirnos y aportar nuestra fuerza vital, ambas criaturas están fuera de control.

    —Necesitamos completar la formación —Sorcha asintió con los labios apretados haciendo que su rostro adoptase un gesto que había observado en muy pocas ocasiones.

    Aednat seguía recitando el conjuro. El rictus de su rostro hablaba por sí solo.

    Deaglan se acercó arrastrando a Brannagh del cabello.

    —observa tu obra, maldita hechicera —El primus hunter empujó a Brannagh con fuerza dejándola frente a nosotros.

    Aednat cayó de rodillas, esta vez abrir el portal le costaría más de lo que habría imaginado jamás.

    —¡No! Ayudadla, os lo suplico —El rostro de la hechicera bañado en lágrimas reflejaba el terror que sentía en cada poro de su piel.

    Hice un gesto a Deaglan y sin perder más tiempo nos ubicamos dejando a Aednat a la cabeza, con Brannagh tras ella y Deaglan custodiando la retaguardia.

    —¿Lista? —Sorcha asintió ubicándose a la diestra de Brannagh, mientras yo me ubiqué en su siniestra.

    En el idioma más antiguo de las civilizaciones comenzamos a recitar el conjuro que no solo abriría el portal sino que enviaría a cada criatura al lugar de donde nunca debieron salir.

    “Ijahaj umach tenyuah nuc yojuck;
    Elfifijick duamt orjush sich eij.
    Omch tuaj dumaj insk fiojuch;
    Ultrajoch emijayuch cuchij damenock ajuick.”
    Armenad luneaoum dorrich ejluck ostriej.

    Un enorme portal se creó sobre nosotros, arrastrando al genio a tal velocidad que no tuvo tiempo de finalizar su siguiente ataque.

    Aednat temblaba haciendo un esfuerzo sobrenatural por no caer de bruces y romper el conjuro, mientras Adad luchaba con todas sus fuerzas para no ser absorbido por el portal.

    —¡No me iré sin mi prenda! —Aednat cayó de bruces contra el fango, pero el portal permaneció activo.

    Un cosquilleo en la nuca me advirtió de su presencia justo cuando se materializaba por encima del portal.

    Con su altivez característica nos observó a todos con desagrado.

    —vosotros no sabéis sino causar problemas, ¿verdad? —Me mordí la lengua para no replicar ante aquella afirmación.

    Brannagh intentó acercarse a Aednat, pero el príncipe se lo impidió.

    —Os toca decidir quien de vosotros será la prenda —todo mi cuerpo se puso en alerta ante las palabras del príncipe—. Aunque pensándolo mejor, tú… tú serás la prenda de Adad —Brannagh fue elevada en el aire mientras gritaba y se retorcía intentando zafarse de aquello que la mantenía retenida.

    Los presentes ahogaron un grito al ver cómo Adad engullía a Brannagh antes de atravesar el portal.

    —ahora si me permitís, seguiré en mis asuntos —el príncipe nos observó con desdén antes de esfumarse en medio de una cascada de fuego que sin más también desapareció.

    La tempestad se detuvo y pude fijarme con más detalle en los daños que tendríamos que asumir antes de que la señora volviese. Mis ojos se detuvieron en el cuerpo de Aednat, que seguía inmóvil con la mirada perdida y vacía.

    Eleonora se acercó a toda prisa. Vi el dolor y la tristeza reflejada en sus ojos al ver el estado de Aednat.

    —Lleváosla y si llega a recuperarse, trasladadla al foso de aislamiento —Deaglan alzó una ceja ante mi decisión.

    —como tú ordenes, Cabhan —Eleonora hizo señas a sus dos asistentes de enfermería, quienes se ocuparon de Aednat y su traslado.

    —si no os importa, me retiraré —Asentí con un movimiento de cabeza al primus hunter, sin quitar los ojos de Aednat mientras era llevada a la cámara de restitución—. Mañana al atardecer nos ocuparemos de las restauraciones.

    —De acuerdo —Deaglan desapareció ante mis ojos. Me giré para avanzar hacia los dormitorios cuando Eleonora y Sorcha me cortaron el paso.

    —¿Hablabas en serio? —alcé una ceja, inquisitivo.

    —¿A qué te refieres, Eleonora?

    —No te hagas el idiota conmigo, Cabhan. Sabes bien que me refiero a tus órdenes.

    —¿cuándo he dado yo una orden que no vaya en serio? ¿Se te olvida quién y qué soy? —Eleonora se tensó ante mi tono, apretando los dientes con fuerza.

    —No cuestionamos tu rango, general. Es solo que ni siquiera es seguro que se recupere —Sorcha dio un paso adelante, buscando encontrarse con mi mirada.

    —¿La guardiana mostrando debilidad? Eso sí es toda una novedad.

    —Esto no es un asunto de debilidad, Cabhan. La chica ha perdido casi toda su energía vital, sin mencionar que también perdió a su hermana. No estoy segura de que salga de la cámara —Di un paso adelante para enfrentarme a Eleonora.

    —No te atrevas a abogar por ella, Eleonora. ¿Sabes cuántas vidas han podido perderse hoy aquí fuera? No voy a seguir permitiendo que el legado de la hermandad corra semejantes riesgos. Tu primogénita estaba ahí —Eleonora palideció un instante y aunque retomó el control, pude fijarme como se estremecía de miedo—. Aednat ha transgredido las normas demasiadas veces; es hora de que aprenda la lección y si no es capaz de seguir las normas, entonces será desterrada… o eliminada, como vosotras prefiráis.

    —Me encargaré de cumplir tus órdenes, general —Sorcha hizo la reverencia de costumbre asignada a mi rango y desapareció.

    —No puedes hablar en serio, Cabhan, Aednat es sangre de tu sangre, carne de tu carne —Eleonora me observaba, incrédula.

    —Tengo una responsabilidad con la hermandad, Eleonora y con la señora. Aednat ha ido muy lejos esta vez y ya no puedo dejarlo pasar. Imagina que otras llaves copien su ejemplo, que por divertirse una noche comiencen a invocar todo tipo de criaturas, dioses de otros panteones. Bastante difícil es ya la situación con Abaddon libre y a sus anchas.

    —Es tu sangre.

    —Y puede ser nuestra perdición si no le pongo un freno ahora, Eleonora.

    —Es muy joven todavía.

    —Tiene 117 años, Eleonora. Lo que ha hecho ha sido una gran irresponsabilidad por su parte y sabes bien que este tipo de fallas tiene un precio muy alto.

    —Aednat no pretende destruir la hermandad, tienes que saberlo, Cabhan.

    —Esto no se trata de intenciones, Eleonora —dije dando zancadas de un lado a otro frente a ella—. Aednat está a punto de alcanzar la mayoría de edad y con ello un aumento de su poder. No podemos tener a una llave que no sepa seguir las normas, que ponga en riesgo a los críos de esta manera y lo sabes.

    —Has tenido que ocuparte de ella y de Brannagh desde muy joven —me detuve en seco, taladrándola con la mirada.

    —Es mejor que no tomes esa vía, Eleonora. Te lo advierto. Mi paciencia es escasa y hoy he agotado mis reservas —Eleonora bajó la cabeza, avergonzada—. Entiendo que tu instinto todavía está latente porque tu cría es muy pequeña; pero no intentes manipularme. Yo he aceptado mi destino y las consecuencias de mis decisiones y mis actos; Aednat debe aprender a hacer lo mismo o no sobrevivirá aunque se recupere y Lilith no termine eliminándola o desterrándola.

    —me disculpo, he trasgredido límites que no he debido traspasar, Cabhan —Ver a Eleonora abogar por Aednat de aquella forma me recordó demasiado a nuestra madre y no pude evitar que mis emociones se desbocasen.

    —Márchate y ocúpate de lo que te corresponde, Eleonora.

    —Como ordenes, general —el dolor de Eleonora era casi palpable, pero mi dolor junto a mi ira eran mucho más potentes.

    Una vez que la vi ingresar a los dormitorios, dejé que mi depredador tomase el control y cuando hubo finalizado mi transformación, expandí mis alas y me elevé a toda velocidad dejando que mis instintos guiasen a mi bestia.

    En la segunda planta, Deaglan Y Sorcha observaban a aquel enorme dragón cruzando la oscuridad.

    —No pensé que fuese capaz —Sorcha seguía al dragón con la mirada.

    —Yo tampoco, pero eso es lo que lo hace ser quien es y ostentar el rango que ocupa —Deaglan asintió, inspirando profundo al detectar el tono de la guardiana.

    —supongo que es inútil que te ordene que te vayas a la cama, ¿verdad? —Sorcha asintió en silencio sin dejar de observar por la ventana.

    —Ojalá que en algún momento se dé cuenta de que somos algo más que criaturas de la noche con el deber de proteger un legado —Sorcha evitó mirar al primus hunter, pero él no perdió detalle de las emociones que cruzaron su mirada—. Ojalá abra los ojos y no pierda todo lo que anhelas ofrecerle.

    Deaglan vio como la armadura de la guardiana se resquebrajaba y admiró la fortaleza de aquella mujer para contener sus emociones.

    —buenas noches, Sorcha.

    —buenas noches, Deaglan.

    Deaglan desapareció, mientras Sorcha luchaba para mantener sus emociones a raya; lo peor que podría pasar en estos momentos es que su secreto más preciado fuese conocido por la hermandad.