Etiqueta: Rosalind Franklin

  • JAQUE AL VISITANTE

    Figura femenina en 3D que mira una cadena de ADN
    Imagen libre de derechos tomada de Pxfuel

    Parpadeé, a modo figurativo, en el instante en el que pude constatar que mi experimento había dado resultado. Mis pensamientos surcaban la psique femenina a sus anchas. La inestimable inteligencia de Rosalind advirtió mi presencia enseguida. Tal cómo esperaba, nuestro primer diálogo ocurrió con senda interpelación por su parte:

    —¿Qué clase de intruso eres? Porque una alucinación estoy segura de que no. ¡Habla! ¿Te crees que tengo todo el tiempo del mundo para perderlo contigo?

    —Soy un científico del futuro.

    Creí que identificándome como un colega su animadversión se atenuaría.

    —Pues vaya mequetrefe. Espero que sepas permanecer callado. No necesito interrupciones en este preciso momento.

    Atestiguar la forma magistral en la que Rosalind se manejaba en el laboratorio me llevó a experimentar asombro y orgullo al mismo tiempo.

    —¿Eso es lo que creo? —pregunté mientras veía a través de sus ojos aquella foto.

    —Deberías saberlo. Vienes del futuro, ¿no?

    —Claro, pero la imagen que ha quedado en registro no resulta tan impresionante como la original.

    —No necesito tu condescendencia.

    —Es genuina admiración y ya que estamos, aprovecho para revelarte a qué vine.

    Caminamos fuera del laboratorio. Pese a que ella evitaba el contacto visual, comprobé, de primera mano, el rechazo que muchos colegas científicos mostraban ante su presencia.

    —¡Gilipollas! —El pensamiento se me escapó; ella dio un respingo.

    —Agradecería que no grites mientras sigas dentro de mi cabeza.

    —Me enerva tanto machismo. A fin de cuentas, el mérito es tuyo.

    —¿De qué hablas?

    —Del ADN —respondí—. Tu fotografía, tus informes. Wilkins y Perutz romperán la confidencialidad y le revelarán tus resultados a Watson y Crick. Vine a advertirte para que los detengas. No es justo que…

    —¿Determinarán la verdadera forma de la molécula de ADN?

    —Sí, de hecho, les otorgarán el premio Nobel.

    —Si solo has venido a esto, puedes regresar —dijo y se sentó en un banco del jardín.

    Las emociones y pensamientos de Rosalind giraban a una velocidad sorprendente: excitación, curiosidad, fascinación, envidia, inseguridades. Mi revelación había horadado la sempiterna impasividad que acostumbraba a demostrar.

    —¿Te volviste loca? Tienes la oportunidad de tu vida. Puedes obtener el Nobel, conseguir el reconocimiento que te mereces.

    Me había contagiado con su emotividad y di rienda suelta a mis propias emociones.

    —No entiendes nada. ¿De verdad eres un científico? Porque no me lo pareces. Lo que menos me interesa es un reconocimiento frívolo. Lo importante es lo que podemos lograr cada vez que descubrimos algo nuevo. ¿Qué más da quién se lleve el premio al final?

    —¿De verdad no te importa que ese traidor de Wilkins robe tu trabajo?

    —Wilkins es hombre. Esperar competencia leal por su parte es una estupidez y yo no soy estúpida. No negaré que me revienta que sea justo él quien saque provecho. No obstante, soy consciente de que, de todos mis colegas, él es a quien más le interesa sacarme de en medio.

    —Impídeselo. Resguarda los diagramas, habla con Randall.

    La negativa que pude atisbar antes de que la verbalizara me dejó sin palabras.

    —Eso solo retrasaría el descubrimiento.

    Comprendí entonces, que no cambiaría de opinión. Mi viaje y mi experimento habían fracasado estrepitosamente.

    —No deberías frustrarte de esa manera —me dijo con severidad—. Es un sinsentido si pretendes convertirte en un científico de verdad. Si me permites una sugerencia —dijo atenuando su ímpetu mental—. Investiga cómo viajar al futuro en lugar de perder tiempo, recursos y energía en volver al pasado para cambiarlo.

    —Lo pensaré —murmuré un poco a regañadientes—. ¿No te apetece hacerme ninguna pregunta?

    Observé cómo el hilo de sus pensamientos se enroscaba en torno a una gran interrogante. Reprimí la risa.

    —¿Qué te resulta tan divertido?

    —Que pudiendo preguntarme cualquier otra cosa, lo que más te interesa es saber cómo se aparean las bases entre las dos hélices.

    Rosalind se sonrojó.

    —Es lo único que todavía no logro dilucidar.

    —Invítame a tu casa, te lo explicaré con lujo de detalles antes de regresar a mi época.

    —De acuerdo.

    Echamos a andar con lentitud. Después de todo, mi experimento no había sido tan inútil. La mente brillante de Rosalind me resultó un viaje lleno de descubrimientos fantásticos. Ni hablar de la experiencia inigualable de entablar una discusión con una de las inteligencias más fascinantes que hubiese conocido jamás. Que me diese un jaque en toda regla solo acicateó mi deseo por conocer a otras mentes maravillosas.

    Escribí esta historia para participar en la convocatoria propuesta por ZendaLibros #HistoriasdelaHistoria. Escogí a Rosalind Franklin por su trayectoria científica y la implicación que tuvieron sus experimentos en la determinación de la molécula de ADN.

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