YUGEN – 01 – RYOSHI KOTODAMA – CAZADORES DE ALMAS

Tiempo de lectura estimado: 16 minutos
Una joven asiática que viste un kimono de color rojo con flores. La joven lleva el cabello recogido y adornado con flores de color rojo. Lleva un parasol en la mano. al fondo se observa un bosque floreado con mucha niebla
Imagen libre de derechos de Sasint Tipchai en pixabay

Sinopsis

Una ola de muertes inexplicables azota Kioto y sus alrededores. En pleno siglo XXI, resurge la casta de un clan de shinobis extintos hace un milenio. Los misteriosos asesinos constituyen el clan de los ryoshi kotodama o cazadores de almas.

Hiruko, kitsune de Inari, dios que prometió albergar en sus templos a los cazadores de almas, acude  ante la convocatoria que recibe por parte del dios junto a otros mensajeros a su servicio. El dios expone la crítica situación e informa que los elegidos serán convertidos en ryoshi kotodama y su ikigai será, de ahora en adelante,  cazar a quienes están robando las almas humanas.

Los únicos aliados con los que contarán los nuevos cazadores han sido sus peores enemigos hasta el momento. Ningún kitsune se habría imaginado jamás colaborando codo con codo junto a las criaturas más despreciadas desde tiempos inmemoriales. Por su parte,  los kiuketsukis se ven obligados a forjar una alianza que garantice su supervivencia, pues sin los humanos, se quedan sin su alimento vital.

Sanadores que han de convertirse en guerreros; vampiros que deberán transformarse en maestros y un objetivo en común: librarse de los demonios que pretenden exterminar a la humanidad, confluyen en una historia donde  criaturas sobrenaturales, la magia, las leyendas y la cultura de la tierra del sol naciente cobran vida y se transforman en una maravillosa oportunidad que invita a los lectores a evadirse de la realidad.

Leyenda

En un misterioso libro antiguo escrito en paralelo al Kojiki, libro que narra la historia antigua de Japón, existe una leyenda que explica el origen de los  ryoshi kotodama o cazadores de almas. Un clan de shinobis (asesinos que absorben el alma de un shinigami transformado en akuma y rescatan la humana que los demonios han robado previamente) creados por Hachiman a petición de Amida.

Cuenta la leyenda que el dios protector de las almas humanas, preocupado por la ola de muertes inexplicables que estaban ocurriendo en el mundo mortal, solicitó ayuda a su hermano. Antes de conceder el favor, el dios de los samuráis y protector de Japón indagó entre sus fieles seguidores para conocer de primera mano lo que estaba sucediendo. Los samuráis explicaron al dios que Aneko, una shoshinsha (aprendiza) había solicitado el favor de Inari porque quería tener descendencia. El dios se lo concedió y la mujer yació con un  shinigami. Inari enfureció al percatarse de lo sucedido entre el demonio y la shoshinsha y la condenó a permanecer en el Yomi. La situación se torció durante el parto, ya que la criatura demoníaca que había engendrado Aneko bebió su sangre hasta provocarle la muerte y se quedó con parte de su alma. La criatura vagaba entre los vivos y se reproducía sin control. Era necesario contar con una fuerza capaz de hacerles frente y asesinarlos, además de recuperar las almas robadas. Debido a su naturaleza, a esos demonios solo se les podía asesinar absorbiendo sus almas.

Hachiman habla entonces con Inari y le plantea sus requerimientos antes de crear la nueva casta de guerreros. El dios de la fertilidad accede a que los cazadores de almas se escondan tras los muros de su santuario.



Kioto, 2021 d. C.

La luz del poste más cercano se refleja en el pálido pelaje. El pequeño animal avanza con cautela. El cuerpo femenino aún emana calor. El zorro olisquea muy cerca del rostro. Arruga el hocico. Un estallido platinado da paso a la figura de una joven de larga cabellera. Hiruko gesticula con rapidez. Una serie de símbolos dorados se aproximan a la piel de la mujer tendida en el suelo. La sanadora frunce el entrecejo al percatarse de que se desvanecen sin más. Con el pulso acelerado y el temor aleteándole en el pecho lo intenta de nuevo; una, dos, cuatro veces. Es inútil. Un grito distante llama su atención. Coge entre sus dedos la perla que lleva colgada en el cuello. Algo terrible se había desatado en la ciudad. Vuelve a transformarse y sale disparada hacia donde le dicta el instinto. Mientras avanza quiere comunicarse con sus hermanos. Su voz psíquica no obtiene respuesta. El temor le recorre por las venas. Lo único que logra percibir es una desolación aterradora. Lo que sea que esté ocurriendo es mucho peor de lo que alcanza a imaginarse. Hiruko eleva una plegaria silenciosa. La presencia de los dioses es su única oportunidad.

***

El joven baja la escalerilla de acceso al templo y trastabilla. Da manotazos para mantener el equilibrio. Una brisa gélida le cala hasta los huesos. Levanta la mirada. El cielo se había aborregado de improviso.

Echa a andar hacia la salida del santuario. Una sombra se atraviesa en su camino. Abre la boca con intención de pedir una explicación. El grito se le queda atascado en la garganta. Las piernas le tiemblan como si fuesen de gelatina. Un recuerdo infantil surge desde lo más profundo de su memoria. A su abuela le encantaba contarle las leyendas relacionadas con los demonios. El akuma curva los labios delgadísimos en una mueca que pretende simular una sonrisa; sus ojos llamean segundos antes de abalanzarse sobre el joven para apoderarse de su sangre y su alma.

***

Inari adopta forma humana. Encontrar el cadáver del joven casi a las puertas del templo lo enfurece. Una ristra de malos recuerdos le ensombrece el rostro. Su espíritu viaja más de un milenio atrás.

—Escucha mi súplica, Inari. Es el latido de mi corazón quien te ruega.

—¿Qué anhela tu corazón? —La joven shoshinsha se irguió en presencia del dios.

—Un heredero a quien pueda legar tus enseñanzas. Te serviremos —prometió la joven aprendiza.

—Así sea —concedió el dios.

Si tan solo se hubiese tomado la molestia de indagar un poco más, se recriminó Inari. Con toda la delicadeza de la que fue capaz recogió el cuerpo sin vida y entró al templo. La rabia que hervía en su interior era casi tan letal como aquella que le produjo descubrir a la aprendiza abierta de piernas para ese maldito shinigami. Condenarla a permanecer en el Yomi no serviría de nada si no lograba evitar lo que él mismo había ocasionado por su negligencia. Ese demonio atrevido no se saldría con la suya si él podía evitarlo. Qué ingenuo y que arrogante había sido. La semilla del mal había arraigado en aquel vientre y ni con todo su poder fue capaz de arrancarla. Desde luego, nada lo había preparado para lo que ocurriría meses después. Y todo había sido por su culpa. Encontrarse a la aprendiza exhalando su último aliento vital le ofreció un alivio momentáneo. Apenas un fragmento diminuto de esa alma débil era lo que había dejado el engendro. Las cosas no podían ir a peor.

***

Amida, dios protector de las almas humanas, se paseaba por el Takamagahara incapaz de detenerse. La atmósfera en el cielo era casi tan sombría como en el mundo mortal. Tantas muertes sin sentido. El corazón del dios se estremeció. Lo peor, además de la cantidad de humanos que morían sin una explicación razonable era la pérdida de sus almas. Algo terrible ocurría y él no lograba dar con la verdad.

—Hermano —saludó Hachiman—. ¿qué acongoja tanto tu espíritu?

—He perdido mis dones, hermano —admitió con gran preocupación—. entre los mortales se ha desatado una ola de muertes irracionales y a destiempo y no logro contactar con sus almas. Están perdidas.

—Eso es imposible. ¿Estás seguro?

—Completamente. Por eso te convoqué. Necesito tu ayuda.

—Cuenta con ella.

Los dioses se trasladaron al mundo mortal. En las afueras de Kioto todo era un caos debido a tantos fallecidos. Hachiman observaba con el entrecejo fruncido. el espectáculo era dantesco y nada tenía que ver con muertes naturales. Mucho menos podían endosárselas a alguna mano humana, por muy cruel que esta fuera.

—¿Qué es lo que ocurre? —inquirió el dios a uno de sus samuráis.

—Hay una plaga de criaturas demoníacas. Beben sangre hasta absorber el alma de quien tengan entre sus fauces.

—Los kiuketsukis no son ladrones de almas.

—Ellos no; estas criaturas sí. Son muy parecidas a un shinigami, sólo que tienen mirada de fuego y colmillos oscuros y ponzoñosos.

—¿De dónde han salido? En el Yomi no existe nada similar —aseguró Amida.

El samurái informó a los dioses sobre lo ocurrido entre la shoshinsha e Inari.

—Os encargaréis de cazar a esas criaturas —ordenó Hachiman.

—Somos simples samuráis. Nuestra espada no tiene ningún efecto sobre esos akuma. Necesitáis guerreros silenciosos; asesinos implacables con algún don que les otorgue ventaja.

Hachiman meditó respecto de la solución que había propuesto el samuray. Era consciente de lo que debía hacer. Sin embargo, tendría que hablar primero con Inari.

***

Inari observaba a sus iguales. En su rostro la rabia y la vergüenza se turnaban para reflejar lo contrariado  y compungido que se encontraba. No hizo falta preguntar el motivo de su inesperada visita. El dios era consciente de lo que estaba ocurriendo, así que se limitó a escuchar la propuesta y responder las preguntas que le hicieron.

—¿Estáis seguros de lo que pretendéis hacer?

—No tenemos otra alternativa —dijo Amida con el rostro surcado de líneas por la preocupación.

—Los samuráis no pueden asumir ese ikigai, Inari —recalcó Hachiman—. Sería pedirles demasiado y morirían inútilmente.

—Ese samurái es una filtración que no nos conviene en este momento.

—No te preocupes por él, eso ha quedado resuelto. A esta hora ni siquiera recuerda que hemos estado en el santuario.

El dios de la fertilidad meditó mientras deambulaba sin parar.

—De acuerdo. Crea a los cazadores de almas. Yo me comprometo a ofrecerles el resguardo necesario y garantizar el secreto.

—Gracias, no olvidaré esto, Inari —dijo amida.

—Así sea —decretó Hachiman.

Inari fue testigo de la creación de los nuevos guerreros. El corazón le palpitaba con fuerza y solo esperaba poder enmendar su terrible error algún día.

***

Kioto, 2021 d. C.

Hiruko camina a paso rápido por la acera derecha. Acaba de anochecer. Necesita darse prisa. No da buena imagen llegar tarde cuando tu dios te convoca con urgencia. Mira ceñuda de un lado a otro. La aparente tranquilidad le pone la piel de gallina. Esos últimos días habían sido una verdadera locura. Se estremece de pies a cabeza. el recuerdo de los cadáveres hace que el corazón y también el estómago le den un vuelco. En toda su vida como kitsune nunca había visto algo semejante. No había poder ni kanji sanador que contrarrestase tanta malevolencia.

Cruza hacia la otra acera. A lo lejos distingue las luces del santuario. Está lista para transformarse cuando el aroma penetrante a canela y clavos la envuelve.

—No tengo tiempo para juegos, Kasumi —dice y se cruza de brazos—. Inari me espera.

El vampiro cabecea una vez y se aparta a un lado. La joven entrecierra los ojos. El recelo surge en su interior con tanta fuerza como la que posee un volcán en erupción.

—Ten cuidado, preciosa. la noche ha dejado de ser segura para vosotros… en realidad para cualquiera que se precie de tener alma.

—Serás descarado —dice acusatoria—. Os estáis aprovechando, pero te aseguro que se os va a acabar la fiesta.

—Ni yo ni los míos somos responsables de nada de lo que pretendes acusarnos.

—¿Esperas que crea que sois inocentes?

—Lo somos —dice con tono acerado—. Si prefieres una voz más confiable, pregunta a Inari. Luego puedes ofrecerme disculpas.

—Ni lo sueñes —espeta y se transforma en una preciosa zorra de pelaje blanco.

—Como prefieras —dice el vampiro en voz baja—. Solo asegúrate de ir con cuidado. El peligro acecha.

La kitsune sale disparada sin mirar atrás.

***

Inari hace acto de presencia. En el templo una veintena de sus más fieles kitsunes aguarda para reunirse con él. El dios clava la mirada en la pequeña zorra que acaba de llegar. Corría con tanto agobio por el temor de ser reprendida que casi le roba una sonrisa. De no ser por el verdadero motivo por el cual los había convocado, se habría tomado el tiempo de tranquilizar a la criatura. La joven se transforma y ocupa su lugar en las filas. Inari se aproxima. El gesto solemne de sus fieles kitsunes le revuelve el estómago. Estaba a punto de cometer una acción desesperada que los pondrá en riesgo absoluto. Ojalá pudiera retractarse; es imposible. Todo volvía a repetirse y esta vez debían actuar con mucha más premura.

—Os he convocado porque os necesito —dice y fija la mirada en cada uno de ellos—. Para ninguno de vosotros es un secreto lo que está ocurriendo en la ciudad. Es hora de que hagamos algo o la humanidad corre un grave peligro.

—¿Qué más podemos hacer? Nuestro poder de sanación no tiene efecto.

—Tendréis que luchar —advierte el dios.

—Pero sólo somos kitsunes —dice uno de los presentes.

—Dejaréis de serlo. —El miedo se expande entre los jóvenes.

—¿Qué seremos? —Las voces trémulas cobran algo de ímpetu—. Se nos ha entrenado para serviros.

—Y lo seguiréis haciendo, sólo que ahora seréis cazadores de almas.

Una exclamación general queda ahogada por una voz aguda que se alza víctima de la descarga de adrenalina que no le permite pensar con claridad.

—No sabemos ser otra cosa —exclama Hiruko—. Estaremos muertos antes de poder actuar como unos guerreros…

—Aprenderéis

—Dentro de vosotros arde una llama potente. El miedo está bien. os mantendrá alerta. Lo que no debéis es darle el poder de paralizaros.

Los jóvenes se quedan petrificados al escuchar la voz de Hachiman. Ellos nunca habían permanecido con él en el mismo plano y lugar. La presencia del dios es acojonante.

—Hachiman se ocupará de vuestra transformación y también de vuestro entrenamiento. Siempre podréis acudir a mí —declara Inari.

—¿Y si no aceptamos? —la insolencia de Hiruko crispa los nervios de ambos dioses.

—No podéis rechazar —responde Inari—. Quien no acepte, morirá. El secreto que se os acaba de revelar no debe salir de esta estancia.

—Pero es que no podéis…

Hiruko se muerde la lengua. Nunca se imaginó en una tesitura semejante. Si alguno de sus compañeros le hubiese afirmado que estaría frente a frente ante dos dioses cuestionando sus designios, le habría dicho que se había vuelto loco. El pulso se le dispara. Las manos se le convierten en dos témpanos y un sudor desagradable la envuelve como una segunda piel. Apenas si puede abrir los ojos y cerrar la boca. Las palabras que pronuncia Hachiman se le clavan en el alma y sublevan a su espíritu. Segundos más tarde, la joven arde envuelta en el fuego de la transmutación. La agonía es indescriptible. Cada instante de su vida pasa ante sus ojos ciegos por el dolor. Morirá; está segura de ello. Hiruko está convencida de no poseer el alma de una guerrera, tampoco la fortaleza física; mucho menos el valor. Lágrimas de sangre le arañan las mejillas. Todo su cuerpo se convulsiona y arquea en respuesta al poder del dios.

El fuego da paso a una gelidez que penetra en cada célula de su maltrecho cuerpo. el entumecimiento no se hace esperar. un sopor asfixiante la envuelve y enseguida todo lo que la rodea se convierte en una densa oscuridad que engulle su conciencia. Convencida de que dormiría el sueño eterno, la joven permite que la nada la absorba por completo y que sus pensamientos se fundan con el silencio.


Glosario

Amida: dios protector de las almas humanas.

Kojiki: libro que narra la historia de japón.

Kotodama: alma.

Hachiman: dios de los samuráis, el arco y protector de japón.

Ikigai: sentido de la existencia. razón que motiva a seguir adelante cada día.

Inari: dios del arroz y la fertilidad.

Kitsune: sirviente de Inari con habilidades mágicas y la capacidad de adoptar forma de zorro. Son considerados entes espirituales.

Ryoshi: cazador.

Shinobi: ninja o asesino.

Shinigami: ser sobrenatural que induce la muerte en los humanos o siembra en ellos el deseo de morir.

Shoshinsha: eterno aprendiz.

Akuma: demonio o espíritu maléfico.

Kiuketsuki: vampiro.

Kanjis: símbolos del alfabeto japonés.

Takamagahara: el cielo.


Nota de la autora

Ante todo ofrezco disculpas anticipadas a los amantes de la cultura nipona por si os encontráis algunas imprecisiones en relación a la mitología o algunas criaturas sobrenaturales. Pese a mis dos días de documentación, es muy posible que sea necesario afinar algún detalle.
He de confesar que algunas palabras las he utilizado a favor de dar forma a la trama y los personajes. Asimismo, confieso que la leyenda y lo que se desglosa de ella es ficción y responsabilidad de quien escribe.
Hechas las aclaraciones que considero más relevantes, solo me queda agradeceros si habéis llegado hasta aquí. Ojalá hayáis disfrutado la historia.


Este relato ha sido escrito para participar en el #VaderetoAbril2021, propuesto por Jose A. Sánchez @JascNet. La condición era escribir una historia ambientada en Japón y usar alguna de las palabras propuestas. En este caso he incluido ‘ikigai’ y también ‘shoshinsha’ que se refiere al eterno aprendiz.


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Gracias por estar allí, os abrazo grande y fuerte.

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Comentarios

2 respuestas a «YUGEN – 01 – RYOSHI KOTODAMA – CAZADORES DE ALMAS»

  1. Avatar de JascNet

    Vaya, vaya, Lehna san.
    ¿No hay nada que se te resista, eh?
    No solo has usado la imaginación sino que te has documentado de la mitología nipona para regalarnos este historión.
    El VadeReto te pedía un par de palabras y por poco lo escribes todo en japonés. jajajajaja
    Qué mostrua eres.
    Las leyendas asiáticas son impresionantes. Son un mundo increíble, lleno de simbologías, nombres, rituales… La verdad es que hay que leerlo muy despacio para captar todos los significados.
    Encima te atreves a hacerle competencia a Diana y meterte con los vampiros. Oyoyoyyy
    jajaja
    Felicidades y gracias por tu aportación al VadeReto.
    Pregunta: El «uno» que aparece en el título significa que esto ¿continuará?
    Besos y ashushones desde el Sú.

    1. Avatar de Lehna Valduciel

      Hola, Gaditano San:
      Me sacas los colores y las carcajadas. Me alegra si te ha gustado, esa era la idea. Como te dije en Acervo, tengo debilidad por Japón y su cultura. Estuve revisando los enlaces de la entrada de Va de reto y una cosa fue llevando a la otra. Además, coincidencia divina, Jessikhaleshi usó para su reto de este mes una imagen preciosa relacionada con Japón y todo hizo clic en mi cabecita loca. Sí, el 01 es porque con el reto de Jessica he creado otra historia que se relaciona. Espero poder escribir ambas y que quién se anime a darle una oportunidad la disfrute. Con tu reto surgieron los cazadores, con el de SinOpsis, los protectores. Un besote y mil gracias siempre por pasarte por aquí y esos mimitos lectoriles que siempre compartes conmigo. 😘

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