A SALVAR LA NAVIDAD

Tiempo de lectura estimado: 5 minutos
Escena de un pesebre
Imagen libre de derechos, tomada de pixabay.com

«Era una noche tan fría que hasta los árboles tiritaban. Ningún animal se atrevía a salir de su guarida y las blancas calles dormían totalmente desiertas.

Las chimeneas escupían convulsivamente las sobras de las casas y los cristales empañados de las ventanas impedían ver el interior de las familias.

»Esa noche tenía un trabajo que realizar y nada ni nadie en el mundo me impediría ejercer mi encargo. Tal vez fuera la última vez en mi vida, pero, ni el clima más despiadado ni el deseo por el calor de mi dulce hogar me harían desistir en mi cometido.

» Volví a comprobar mi puñal, la cuerda y mi ansiedad, y sin más demora, me adentré en el pueblo…»

Con los dientes castañeteando y los dedos ateridos de frío, eché a andar rumbo a la iglesia. El pesebre, ubicado a un lateral permanecía casi intacto y ese era, en resumidas cuentas, el problema.

Me acerqué por si fuese posible que un milagro ocurriese en vísperas de Navidad, pero no pude estar más equivocada. Justo ahí, tal como me describía Santa en su carta, había un gran espacio vacío. Respiré profundo para mantener mi ansiedad a raya.

Conté despacio ayudándome con los dedos y sí, en efecto, las cuentas no daban. Resoplé, fastidiada. A pesar de lo cabezotas que suelo ser, todavía tenía esperanza de poder regresar a casa en un santiamén, pero algo me decía que eso no iba a ser posible.

Rodeé el pesebre rumbo a la casita parroquial y con todo el aplomo del que pude disponer, toqué la puerta. Una octogenaria se asomó a la ventana llevando en las manos una vela cuya llama danzaba en la penumbra, otorgándole un aspecto misterioso. Como pude le hice señas a ver si se animaba a abrirme la puerta, pero la señora parecía una estatua del siglo pasado. Tras varios intentos infructuosos, decidí seguir por mi cuenta antes de que el culo se me congelara tanto como la nariz y las orejas.

Saqué la carta del bolsillo interno de mi abrigo y me acerqué al poste más próximo. Releí hasta las últimas líneas, la doblé con cuidado y la guardé de nuevo.

Miré mi reloj y apreté el paso. Según Santa tenía que cumplir su petición antes de las doce de la noche o el mundo se quedaría este año sin Navidad. Y bueno, ¿quién puede negarse a salvar la Navidad?

—¿Qué fetichismo tendrían todos con esa jodida hora? —Me detuve a recobrar el resuello, mientras mi mente seguía pensando por qué todo tenía siempre que girar en torno a la media noche. El frío me iba calando los huesos y solo me restaba hora y media.

Me puse a pensar qué haría si fuese una figurita de pesebre en descontento. ¿a dónde me iría? Iluminada de pronto con una lucidez inusitada muy poco propia de mi estructura de pensamiento, salí corriendo como alma que lleva el diablo.

Frené en seco al llegar a mi destino. En efecto, había atinado del todo; lástima que no se tratase de la lotería o el bingo; seguro que en esos juegos de azar terminaba siendo más afortunada.

Cogí la cuerda y como pude hice un nudo de tal forma que pudiese servirme de correa y me lancé a por mi objetivo.

Margareta, no se dio ni por enterada. Sentada con placidez en medio del parque central, ni si quiera se inmutó al sentir cómo mi cuerda la lazaba. Di un pequeño tirón; solo lo suficiente para que la cuerda se ajustase a su cuello sin ahorcarla. Como me cargara a la oveja favorita de Santa, iba a ser otra la que ocupase su lugar y a mí, la verdad, esto de personificar se me da fatal.

—Venga, Margareta, tienes que volver a tu lugar en el pesebre —Margareta seguía a su bola masticando las pocas hojitas que todavía no se habían cubierto de nieve—. No me obligues a convertirte en filetes, tú no te lo imaginas, pero a Santa le gusta el cordero al vino con patatas.

Margareta ladeó la cabeza un instante y el gorrito rojo amenazó con caerse. Como pude se lo enderecé e insistí, pero la jodida oveja seguía sin obedecerme.

Tras cuarenta minutos de tira y empuja, saqué mi cuchillo. De haber sabido que era un método más persuasivo, lo habría sacado desde el principio.

A rastras logré devolver a Margareta a su lugar. La dejé atada como precaución, por si se sentía impelida a abandonar de nuevo el pesebre. Justo al dar las doce menos veinte, apareció santa frente a mis narices.

Margareta baló con fuerza cuando Santa cogió el gorrito y se lo colocó en su brillante cabeza.

—Gracias, esto de ir de casa en casa con este frío que pela y sin tener como cubrirme la calva es un poco coñazo —abrí los ojos como platos sin dar crédito a lo que escuchaba.

—¿Y Margareta?

—No te preocupes de nada, ella estará perfecta como siempre —Santa hurgó en su bolsillo derecho y me extendió el puño. Por reflejo extendí la palma y dos monedas rarísimas cayeron en mi mano.

Alcé la mirada y vi el trineo recortarse contra la luz de la luna. Desde el cielo Santa saludaba risueño, Margareta había vuelto a su estado pétreo y yo miraba perpleja aquel par de monedas, preguntándome si al menos don Cayetano me las aceptaría a cambio de glorias y polvorones.


Esta historia ha sido creada para participar en el ‘Va de Reto’ del mes de diciembre, propuesto por José Antonio Sánchez (@JascNet) en su Acervo de Letras.

Comentarios

2 respuestas a «A SALVAR LA NAVIDAD»

  1. Avatar de JascNet

    MA RA VI LLO SOooooooooooooooo!!!! 👍👍👍👍👍
    Pero, pero, pero, pero… qué cabecita más MA RA VI LLO SAaaaaaaaaaaaaaa tieneeesss!!!!
    Me ha encantaoooooooooooooooo. 😍😍😍😍😍
    Qué original, qué divertido, qué forma de seguir mi comienzo, …
    👏👏👏👏👏👏👏👏👏
    Lehna, siento que no esté otorgando ningún tipo de premio o galardón al mejor relato porque tendrías muchas papeletas, pero el premio a la velocidad en hacerlo y la constancia en la visita de mi blog, lo tienes y te lo doy de corazón. 💖💖💖
    Muchísimas gracias por tu genialoso relato y por no perderte ninguno de mis retos.
    Que sepas que ahora te necesito allí, eres imprescindible. 😉👌👍

  2. Avatar de Lehna Valduciel

    Jose, ya me premias brindándome tus impresiones. formar parte, leeros y crear estos espacios para mí ya es un premio; un obsequio maravilloso. cuenta con ello, contra viento y marea, estaré asomándome por ahí… Un abrazo. 😍😘

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