Kaencalot – El origen

Tiempo de lectura estimado: 6 minutos
Un ser con rasgos femeninos que camina sobre el agua dejando una gran honda con centro en su pisada. Está calva y lleva algo parecido a un traje que solo tapa algunas partes y está completamente pegado a la piel. Hay detalles similares en la cara y las rodillas semejando casi tatuajes o una máscara. Sus labios son ligeramente rojizos; sonríe con amabilidad y confianza. Por todo el cuerpo tiene líneas y ramificaciones geométricas.
De la figura salen por los costados unas alas hechas de una materia sin consistencia, semitranslúcida, aparentemente mitad humo mitad luz que se expanden casi en horizontal desde el torso de la figura hasta los límites de la imagen. Al fondo se ve el universo plagado de estrellas. Detrás de la parte superior de la figura hay una luz sin un origen determinado que le da un aspecto de entidad superior. toda la imagen está matizada en tonos lilas y violetas.
Imagen de Stephan Keller en Pixabay

Sinopsis

Kaencalot, el receptáculo que guarda los secretos de la magia más poderosa conocida en nagelot ha desaparecido de ahidris, el templo sagrado. El octágelot, su guardián ha sido asesinado y todo apunta a un único responsable: Sixtrius, el primogénito de Aletris, reina desterrada de Nagelot y exiliada en el enclave conocido como Dubdáleon.

Kayla, una simple escudera en el Eddágelot será la única criatura capaz de ocupar el lugar del octágelot, pues su verdadera naturaleza y el poder que late en su interior, aunque oculto, es la llave que permitirá desvelar los secretos sagrados del Kaencalot.

Sixtrius está dispuesto a todo con tal de demostrar su inocencia; Kayla está dispuesta a recuperar el legado que su abuelo protegió hasta el último día de su existencia. Unidos por algo más que un objetivo común, ambos deberán enfrentar a sus enemigos antes de que la oscuridad logre hacerse con los secretos que la luz del Kaencalot esconde.

Dos enclaves enfrentados; la ambición por poseer la magia más antigua y poderosa guiarán las vidas de dos jóvenes destinados a luchar, aunque secretamente lo que menos desean es enfrentarse.


El origen

Y Dyamminlot creó el arriba y el abajo, la luz y la oscuridad.

Y quiso otorgar vida. Creó a las criaturas a partir del poder primigenio de la luz a su imagen y semejanza.

Y les concedió dones sublimes; dones poderosos para crear un lugar en el que vivir, crecer, reproducirse y morir.

Y les obsequió el albedrío para que moldeasen sus vidas y el poder de la destrucción porque no hay arriba sin abajo, luz sin oscuridad, bondad sin maldad; para que así fuesen libres de escoger la senda que transitarían hasta el fin de su existencia.

Y vivió entre ellos, les enseñó, los amó…

Y cuando estuvieron listos, volvió al lugar primigenio desde donde, observadora, se regocija con sus triunfos y llora con sus tristezas…

Y no los abandonó, aunque no permanezca junto a ellos; su promesa se cumplirá cada trescientos años cuando volverá a obsequiarles una parte de sí para que nunca olviden de donde provienen…

***

La diosa descendió ante el llamado. La curiosidad por conocer lo que habían logrado sus primogénitos se impuso a la obligación de mantenerse al margen.

Sonrió, fascinada. Aquel hermoso lugar era digno de sus hijos y, por tanto, de ella.

Deambuló con paso firme mientras sus iris de múltiples colores registraban cada detalle y el resto de sus sentidos se empapaban con los aromas, sabores y sonidos de aquel paradisíaco lugar.

—Madre, bienvenida. —Macho y hembra se inclinaron en una respetuosa reverencia.

—Esperamos que os sintáis complacida y… venerada —dijo Avalaid.

—Lo estoy, sin duda, hija mía.

Los ojos de la joven refulgieron. La satisfacción inundó su pecho y sus coloridas alas se extendieron producto del inmenso gozo.

—Contrólate, mujer. ¿qué pensará madre de tus arrebatos? —Dyamminlot curvó los labios en una cálida sonrisa.

—Pensaré que es feliz y eso me llenará de alegría, hijo mío.

Markryus se estremeció ante el contacto de la diosa. La ternura del gesto le erizó la piel y las plumas. Sus ojos se perdieron en aquellos iris mágicos que igualaban al color de sus alas.

—Madre —interrumpió Avalaid—. Además de invitaros a conocer Nagelot —sus palabras acompañaban un ademán elocuente—, hay otro motivo muy importante que debéis conocer.

La vida que palpitaba en el interior de Avalaid reveló su existencia antes de que su madre abriese la boca. La joven se llevó la mano hasta el vientre; los ojos se le llenaron de lágrimas, conmovida al percibir, por primera vez, los vestigios de la vida que había engendrado con tanto amor.

Markryus tomó de la mano a su pareja. La diosa ensanchó su sonrisa; de sus iris manaba una luz que envolvió a la joven de pies a cabeza. Era una luz tan blanca como sus alas y las hebras luminiscentes que se extendían, etéreas, fascinantes, creando un halo mágico cautivador que manifestaba, sin lugar a dudas, su carácter divino.

—Me habéis obsequiado con mucho más de lo que yo esperaba, hijos míos. Ahora yo os obsequiaré con el primer regalo para vuestro primogénito.

La pareja permaneció en silencio. La imagen de la diosa cobró mucha más luminosidad.

—Vuestra presencia es el regalo más sublime que podéis darnos, madre. No necesitamos nada más. —La humildad de Markryus regocijó a Dyamminlot.

—Puede que ahora os parezca innecesario —dijo la diosa mientras entre sus manos un objeto cobraba forma—. Sin embargo, llegado el momento comprenderéis la vital importancia de lo que hoy os entrego.

La pareja guardó silencio. Ser testigos de la creación de manos de su diosa no merecía más que admiración y respeto. Flotando frente a sus ojos un cristal luminoso del cual fluían luces de colores esperaba a ser reconocido.

—Es maravilloso, madre —reconoció Avalaid.

Dyamminlot asintió con suavidad antes de tomar las manos de sus hijos y colocarlas a cada lado del cristal. La pareja entreabrió los labios. La calidez que recorrió sus cuerpos y se albergó en sus corazones le llenó los ojos de lágrimas. El conocimiento se abrió paso y anidó en lo más profundo de ambas psiquis.

—Dadle nombre y resguardadlo como a vuestra propia vida. Tenéis en vuestras manos el poder primigenio. De él proviene la magia que os brindará felicidad o desgracia. Haced uso de él como tengáis a bien. Seguid los dictados de vuestra conciencia y escuchad siempre la voz de vuestras almas.

Ambos aceptaron la responsabilidad. Con la aceptación la magia primigenia los rodeó dotándolos de una luminiscencia que antes no poseían.

—El Kaencalot será protegido, madre —afirmó Markryus—. Construiremos su templo y nos encargaremos de cuidar de vuestro obsequio.

—Nuestro primogénito será su primer octágelot —dijo Avalaid—. Le enseñaremos a velar por sus secretos… no os defraudaremos.

—Así sea, hijos de mi sangre y de mi corazón.

Dyamminlot se marchó. La pareja cumplió su promesa. Ahidris, el templo sagrado, fue construido. Tras cumplir veintiún años el primer octágelot ocupó su lugar y Nagelot disfrutó de paz y prosperidad por más de mil quinientos años, hasta que la traición de un corazón insatisfecho lo cambió todo.


El texto y la sinopsis han sido escritos para participar en el desafío SinOpsis febrero2021 propuesto por Jessica Galera Andreu en su web.

Como añadidura contar que las escenas que conforman las pinceladas de esta historia (la primera de Nagelot) sólo esperan ser escritas. Gracias a todos por estar allí, os abrazo grande y fuerte.

Comentarios

2 respuestas a «Kaencalot – El origen»

  1. Avatar de JascNet

    Desbordante imaginación e impresionante creatividad.
    Eres una mostrua de la fantasía, Lehna.
    Veremos si este mes me visita la musa para participar yo también en el reto.
    Felicidades por el relato (y posible novela), Besaco gordete.

    1. Avatar de Lehna Valduciel

      Joo, me sacas los colores con tus palabras. Gracias por leerme, Jose. Me hace muy feliz que compartas tus impresiones conmigo. Ojalá te visite la musa y participes en el reto. Axuxones gigantes.

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