LA LEYENDA DE LA GUARDIANA DEL OTOÑO

Tiempo de lectura estimado: 15 minutos
Fotografía de un viñedo durante un atardecer otoñal
Imagen libre de derechos tomada de pixabay.com

Caminaba despacio, sintiendo el crujir de las hojas secas bajo sus pies. El aroma a tierra mojada le hizo evocar recuerdos de otros tiempos, cuando presa de las nuevas sensaciones, salía a correr bajo la fina lluvia para observar a las tiernas avecillas canturrear en la rama del viejo arce. Siguió andando cambiando de lugar la cesta que llevaba apoyada en la cadera, rebosante de setas listas para deleitar el paladar de pequeños y grandes.

Inspiró profundo, aquel característico olor enmohecido le robó una sonrisa imaginando la queja de Eloísa por tener que comer setas en la cena y su alegría cuando viese la cantidad de castañas que le serviría de postre.

Suspiró al divisar la humareda elevándose en lo alto. Apretó el paso para llegar a destino antes de que el ocaso diera la bienvenida a la noche.

Dio un último vistazo al paisaje antes de entrar en la cabaña; parpadeó varias veces intentando no perder ni el más mínimo detalle. La profunda nostalgia le invadió un segundo antes de dejar que aquella belleza le robase el aliento. Rosas, dorados, marrones y rojos se fundían en una paleta de colores cargada de pasión y anhelo. Una pequeña lágrima recorrió su mejilla y como si el cielo pudiese sincronizarse con su corazón, comenzó a llover a cántaros.


—Hala, levantaos y iros directito a la cama.

—Pero mamá, es temprano, déjanos un ratito más.

—Mañana iniciamos la vendimia, hay que madrugar mucho, ya lo sabéis.

—Siempre dices lo mismo, mamá. Deja que Neridia nos cuente una historia.

Neridia sonrió al ver a los niños acorralando a su madre como cada viernes.

—Neridia también tiene que madrugar mañana y mucho más que nosotros —Los niños veían a su madre, suplicantes, con ojitos de cordero degollado.

—Puedo contaros una historia, pero solo una si prometéis iros luego directito a la cama sin chistar —Los niños miraron a Neridia y luego a su madre con los ojitos brillantes por la expectativa de salirse con la suya.

—Vale —suspiró Ingrid—, pero que sea solo una historia.

Los niños se abalanzaron contra su madre llenándola de besos mojados y riendo a carcajadas.

—Venga, pequeñajos, sentaos frente al fuego mientras preparo algo calentito —Ingrid frunció el cejo un instante pero al final se rindió.

—Neridia, los consientes demasiado —Neridia negaba con la cabeza, mientras cogía un cazo y comenzaba a verter leche fresca en aquella olla tan singular.

—¿Qué sería de nuestra infancia sin estos pequeños recuerdos que atesorar? —Ingrid la observaba añadir ingredientes a la leche para ver si atinaba a descubrir qué hacía de su chocolate aquella delicia—. No se preocupe, será solo una tacita y luego de la historia a la cama.

—No sé cómo lo logras, Neridia. Si yo les diese chocolate cada noche como ellos quieren —Ingrid echó una miradita de reojo a los niños que ya se hallaban sentados frente al fuego haciéndose carantoñas—, no tendría fuerzas al día siguiente para trabajar.

Neridia se echó a reír con aquella risa tan cantarina.

—Si pudiera hacer eso, entonces no haría falta que estuviese yo por aquí.

—Llevas razón —Ingrid suspiró profundo, rindiéndose ante su incapacidad por seguir el ritmo de las manos de Neridia—. Los dejo a tu cargo, me iré a la cama o mañana no habrá Dios que me levante.

Neridia asintió mientras removía el chocolate burbujeante en la olla.

Ingrid subió las escaleras, mientras Neridia servía el chocolate humeante y espeso en cuatro tazas de diferentes colores pero del mismo tamaño.

Los niños comenzaban a armar un gran alboroto cuando Neridia se acercaba a la chimenea portando una bandeja con las tazas de chocolate y su curioso tazón del color de las uvas maduras sin asa y con aquellos grabados dorados tan peculiares.

Neridia dejó la bandeja en la pequeña mesita y se ubicó en el sillón más cercano a la chimenea.

—Será mejor que os sentéis y habléis bajito, vuestra madre ya se encuentra descansando y no queremos que se enfade, ¿verdad? —Los niños negaron con la cabeza y se sentaron alrededor del sillón.

—¿Nos vas a contar una historia de miedos y monstruos? —Eloísa le dio un codazo a su hermano Martín—. claro que no, tonto. Luego conchita no duerme porque tiene sueños feos —Martín le sacó la lengua a Eloísa.

—Es mejor que dejemos esas historias para otro día, ¿sí? —Martín asintió con la cabeza un poquito embelesado por la caricia de Neridia.

—mejor una historia de príncipes y princesas —Martín y Eloísa fruncieron el cejo a la vez haciendo que su parecido fuese aún más palpable a simple vista.

—Creo que hoy le toca escoger a —Neridia cerró los ojos moviendo el brazo derecho en un balanceo que les arrancó varias risitas— a ti —dijo finalmente tocando la frente de Sebastián, el más pequeño de todos.

Sebastián dio varias palmaditas y se echó a reír.

—¡Toria de Maya!

—Muy bien, os contaré una historia de magia, pero antes coged vuestras pociones y empezad a beber —Neridia fue dándole a cada pequeño una taza— Soplad con cuidado y sorbed despacio, mis pequeños aprendices.

Los niños obedecieron exhalando un suspiro de satisfacción al saborear aquel chocolate tan calentito y reconfortante. Tras dar un sorbo a su infusión, Neridia comenzó su historia.

Hace mucho, mucho tiempo, en una tierra muy lejana apartada de los hombres, existía un reino inmaculado donde habitaban los dioses emoridios.

—¿Los Dioses emo qué? —Eloísa le dio otro codazo a Martín, mientras Conchita le hacía señas para que se callase—, jope pero si no entendí.

—chitón —conchita le dio un pellizco, haciendo que Martín casi se tirase el chocolate encima.

—Callaos ya, que no dejáis escuchar la historia —Martín se enfurruñó pero guardó silencio después de todo.

—Los dioses emoridios, que eran unos dioses encargados de vigilar por la pureza de todo lo que existía en el mundo —Neridia dio otro sorbo a su infusión.

—¿Había castillos y soldados y caballos y espadas y reyes y princesas con sus príncipes y eso ahí donde esos reyes raros? —Neridia esbozó una cálida sonrisa ante la pregunta de Conchita.

—La verdad es que no, querida. Allí solo habitaban los Dioses.

—¿Y Eran muchos dioses? —Neridia negó con la cabeza y volvió a sonreír.

—solo eran tres dioses: Psiconidio, Emonidio y Fisonidio.

—qué nombres más feos que tenían esos dioses —Neridia soltó una risita en acuerdo con Martín.

—shhhh.

Martín puso los ojos en blanco y se acomodó mejor frente al fuego. Sebastián se acercó a Neridia y le extendió los bracitos.

—Tenían nombres un poquito feos, sí —Neridia dejó su taza en la bandeja y cogió al niño levantándolo para acomodarlo en su regazo.

—Y estarían tristes allí, ¿no? —conchita se relamió los bigotes de chocolate antes de dejar su taza sobre la bandeja— Es que ellos tres solitos ahí… yo cuando estoy solita a veces me siento triste.

—Tristes no sé, pero aburridos sí que tenían que estar —Eloísa le dio un empujoncito a Martín al tiempo que le hacía señas a su hermana para que guardara silencio.

—Bueno —carraspeó con suavidad Neridia—, llevaban una vida algo solitaria, porque se supone que ellos solo debían velar por sus obligaciones, así que de vez en cuando lo que hacían para no aburrirse era desafiarse los unos a los otros.

—¿con espadas? —Neridia sonrió a Martín, negando con la cabeza.

—Se desafiaban usando la magia.

El niño abrió mucho los ojos.

—O sea que se lanzaban rayos y embrujos y maldiciones con chispas de colores, ¿es así? —El rostro de Neridia se puso serio por un momento.

—No te pongas triste, Neridia —La voz de Eloísa mostraba gran afecto y preocupación.

—claro que no, cariño —Neridia reacomodó a Sebastián en su regazo—. Termina tu chocolate.

Eloísa asintió con la cabeza, relajándose mientras disfrutaba del intenso sabor a canela mezclado con el chocolate y el azúcar.

—Bueno, si no hacían nada de eso, entonces ¿como se peleaban?

—Recuerda que estos eran dioses para cuidar todo lo puro, no se podían pelear de verdad —Neridia asintió a Eloísa.

—Se decían muchas cosas, pero no se peleaban con la magia porque además solo podían crear cosas, no destruirlas.

—¡Qué chachis! Mola un montón poder hacer de todo sin romper nada —Neridia sonrió con algo de tristeza.

—En realidad eso no fue todo el tiempo así, Martín.

—Ah ¿no? —Martín veía a Neridia con los ojos muy abiertos— ¿Qué pasó?

—Lo que pasó es que su padre, harto de escucharles pelear tanto creó a los hombres y las mujeres y les ordenó cuidar de sus mentes, sus emociones y sus cuerpos y le cedió el cuidado del mundo a Naridia. El dios padre pensó que así se acabarían las peleas, porque estarían muy ocupados haciéndose cargo de cuidar a los humanos.

—¿Y se acabaron? —Neridia reprimió una carcajada ante el coro de aquellas voces.

—Yo creo que fueron a peor, porque imagínate, andarían todos alucinados con la gente de aquí abajo.

—Eso es una gilipollez, Conchi; si son dioses, tienen superpoderes —Conchita puso los ojos en blanco al escuchar a Martín.

—Dejad de pelearos, jope; más bien vamos a ver qué más sigue de la historia —Los niños obedecieron a su hermana mayor y se tumbaron boca abajo, apoyando el mentón sobre sus manos y los codos en el suelo.

—La verdad es que Conchita lleva algo de razón. La cosa empeoró porque ahora se peleaban por ver qué hombres o mujeres tenían los mejores cuidados: La mente con los pensamientos más nobles, el corazón con los sentimientos más puros, los cuerpos más hermosos y sin cicatrices ni marcas que los afeasen.

—Uy, su papá dios se habrá puesto como una furibundia, ¿no? Así como se pone mamá cuando nos ponemos a pelearnos por poner el angelito en el árbol.

—Furia, Conchi, la furibundia no existe.

—da igual si al final me entendiste.

—Papa fadado, ti —Neridia aspiró el aroma de Sebastián y le hizo cosquillitas antes de proseguir con la historia.

—En realidad el dios padre se enfadó, pero no por eso, sino porque uno de ellos había llevado a una mortal allí a su reino para evitar que muriese.

Los niños exclamaron con sorpresa a la vez.

—Seguro se enamoró.

—Los dioses no se enamoran, Conchi.

—Callaos, enanos.

—Claro que sí se enamoran —Conchi hizo un puchero mirando a Neridia con cierta súplica en sus ojitos verdes.

—bueno, Martín, no es muy frecuente que los dioses se enamoren, pero este sí se había enamorado y no quería perder a la chica, así que la llevó consigo.

—toma ya —Martín le sacó la lengua a Conchita haciendo muecas—. Deja de poner caras tontas —Conchita le lanzó un cojín a su hermano.

—Dejad de interrumpir; vais a despertar a mamá y si me castigan voy a contar lo que ya sabéis —Los niños miraron a Eloísa primero y luego se miraron entre sí.

—Vale, vale, Isa —dijeron a la vez— Nos vamos a quedar calladitos pero tú promete que no vas a decirle nada a mamá.

Eloísa los vio ladeando la cabeza, pensativa. Los niños, asustados se reacomodaron a su alrededor, expectantes.

—De acuerdo —murmuró—, ahora dejad que Neridia termine la historia.

Los niños asintieron mirando a Neridia con la súplica reflejada en los ojitos.

—¿Qué pasó después, Neridia? —Martín levantó una mano cuando Neridia iba a comenzar de nuevo.

Eloísa y conchita pusieron los ojos en blanco, Sebastián se empezó a reír.

—¿qué ocurre, querido?

—¿Por qué se moría la gente? ¿Qué no los cuidaban bien? —Una chispa de diversión cruzó la mirada de Neridia un instante.

—Eso no importa —Martín fulminó a conchita con la mirada.

—a mí sí me importa saber —Eloísa miraba a ambos hermanos, incrédula.

—¿Vais a empezar de nuevo? —Los niños negaron con la cabeza ante el tono impaciente de Eloísa.

—Veréis, lo que ocurría es que los humanos enfermaban porque pasaban de vivir bajo mucho calor y sol, a vivir en un frío muy intenso siempre bajo la noche y la luna.

—¿No había otoño? —preguntaron los críos a la vez.

—Naridia se negaba a crear otra estación, así que en el mundo solo había vida durante los meses en que había sol y calor.

—¿todo se moría? Los parajitos y las flores y los árboles y las ardillas y los cervatillos y los conejitos y —Martín le puso una mano en la boca a Conchi para acallarla.

—Pero eso es muy cruel —Neridia asintió con la cabeza mirando a Eloísa, que se estremecía de pies a cabeza.

—¿Y entonces, qué hicieron los dioses? ¿qué pasó con la chica? —Martín dio un respingo cuando Conchi le mordió un dedo—. Ouch —murmuró—, no tenías por qué morderme, jope.

—En realidad ellos no hicieron nada, fue la chica, que viendo como se morían todos pidió audiencia con la diosa Naridia.

—¡Ajá! Y la diosa zasca, la desapareció de un rayo fulminante —Martín hizo el gesto de cerrarse la boca con cremallera al ver a sus dos hermanas cruzando los brazos y a punto de saltarle encima.

Neridia reprimió una carcajada.

—Bueno, no fue así en realidad —Martín frunció el cejo y achicó los ojos, pensativo.

—¿La churruscó?
—Martín casi grita con el pellizco que le dio conchita, pero se mordió la lengua a tiempo—. Vale, vale —masculló entre dientes aguantando el dolor.

—Naridia le dijo a la chica que si ella abandonaba el reino, crearía una nueva estación para que los seres vivos no muriesen por el cambio de temperatura y pudiesen albergar la suficiente fuerza vital para superar el frío y la noche.

—¿Y el dios que la llevó aceptó ese trato? —Neridia miraba a conchita con evidente tristeza.

—el dios no supo nada de esto hasta que fue muy tarde; así que tuvo que presenciar cómo Naridia utilizaba a la chica para crear la nueva estación.

—Pobrecito.

—¿O sea que la chica se convirtió en el otoño?

—Así es, querido. Naridia utilizó la fuerza vital de la joven. Utilizó su sangre para teñir de rojo intenso el ocaso, el color de sus ojos para dar esos ricos matices marrones a la tierra, el color de su cabello, dorado como el trigo para marcar la diferencia entre el verdor de la vitalidad y el estado de latencia que tendrían de ahora en adelante todos los seres del reino vegetal antes de que llegase el frío y la noche, el aroma de su piel para matizar el viento y la brisa, sus lágrimas para atenuar el ardiente sol y refrescar la temperatura y el rosa de sus labios como aviso divino desde el cielo a los humanos en cada amanecer y fue transformándola en el otoño.

—Es una historia bonita, pero muy triste. El papá dios tendría que haberla salvado —Neridia se puso en pie con Sebastián en los brazos, que ya dormía con evidente placidez.

—Y en cierta forma lo hizo, porque en castigo a naridia la devolvió a la vida y la convirtió en la guardiana del otoño; así, mientras transcurre esa estación le permite a ella volver durante las noches a encontrarse con su amor.

—¿De verdad? —Neridia asintió con la cabeza.

—De verdad —conchita miraba a Neridia con los ojos muy abiertos y una sonrisa en los labios—. Cada noche del otoño, ella atraviesa el arco de piedra que separa este mundo de aquel reino y cruza el puente sobre el río emoridio que le permite alcanzar la orilla del otro lado donde la espera su dios.

—Venga, es hora de iros a la cama.

Los niños se levantaron del suelo con lentitud.

Martín la observaba con atención, mientras Neridia los guiaba escaleras arriba directo a sus habitaciones.

—la chica de la historia se parece mucho a ti, Neridia.

—¿Ah sí? —Los tres niños asintieron con la cabeza—. No me había dado cuenta, querido.

Neridia terminó de subir las escaleras y caminó hacia la habitación de las niñas, abriendo la puerta con suavidad.

—buenas noches, Neridia.

—buenas noches y dulces sueños, pequeñas.

Neridia esperó a que las niñas cerraran la puerta y se dirigió a la habitación de los niños con Sebastián en brazos y Martín pisándole los talones.

Acostando a Sebastián en su cama, ayudó a Martín a acomodarse el pijama y a arroparse hasta la barbilla.

—buenas noches, Neridia.

—buenas noches, querido. Dulces sueños.

Martín cerró los ojos y fingió quedarse dormido. Neridia salió de la habitación con cuidado de no hacer ruido.

Unos minutos después, los tres niños salían de sus habitaciones para ver desde el rellano, cómo Neridia desaparecía en menos de un parpadeo dejándolos con la boca abierta y los corazones rebosantes de emoción.

Comentarios

3 respuestas a «LA LEYENDA DE LA GUARDIANA DEL OTOÑO»

  1. Avatar de Jessica Galera
    Jessica Galera

    ohhhhhhhhhhhhhhhhh, me ha encantado!!!!!!!!! Mira que me olía que Neridia sería la chica, pero los niños interrumpiendo no querían dejarme saberlo!!! jijijiji Preciosa la historia y el modo en el que lo ha contado, vistiéndolo de una de eas narraciones a la orilla del fuego… ¡Muchas gracias por participar, guapísima!

  2. Avatar de JascNet

    Un relato precioso, original y divertido.
    Esos niños interrumpiendo a cada momento a la CuentaCuentos, Neridia, son todo un ejemplo de curiosidad e impaciencia. Como es natural en sus edades. 😅 😂😂
    Me han recordado con mucho cariño, aquellas clases que daba hace años. Con inquietos alumnos que no me dejaban explicarles con sus preguntas. 😜
    Todo el relato rezuma frescura y fantasía. Hace evocar aquellas reuniones alrededor del fuego, cuando no había televisión, ni redes sociales, y los contadores de historias conseguían la atención de los presentes. Este párrafo, especialmente: «Naridia utilizó la fuerza vital de la joven. Utilizó su sangre para teñir de rojo intenso el ocaso, … fue transformándola en el otoño.» es todo un derroche de originalidad, imaginación y talento literario. 👏👏👏
    Lehna, no me quito el sombrero porque no lo uso, pero te doy mi más enfática felicitación por esta preciosa historia. Compartir contigo retos es una delicia y un placer literario.
    😍😍😍😍😍

    1. Avatar de Lehna Valduciel

      Madre mía, que regalo más bonito el que me has hecho compartiendo conmigo tus impresiones. Tengo las mejillas del color del ocaso ;). Te estoy muy agradecida por leerme y por tus palabras. Es un gusto también para mí compartir contigo esta fascinación por las letras y las historias. siéntete en casa siempre que quieras. Un abrazo fuerte en la distancia.

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