
Esther sujeta con firmeza el libro entre sus manos. Los párpados le pesan demasiado. La cabeza le bascula intermitente: adelante en cuanto sus ojos se rinden; atrás al percatarse de que casi se queda dormida. Utiliza su regazo a modo de atril temporal. Será tan solo un par de segundos mientras se aprieta los lagrimales, se dice. No quiere dormir. Las pesadillas la atormentan. Además, quiere descubrir si Phoebe, la atrapasueños y protagonista del libro, logra afrontar el laberinto. Un bostezo se le escapa. La articulación de la mandíbula le cruje. Luchar contra el sopor que la envuelve es cada vez más difícil. Sin apenas darse cuenta, el sueño la vence.
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Un empujón es más que suficiente para que espabile del todo. Está dispuesta a cantarle un par de verdades a Dilan. Detesta que la despierte de manera tan brusca. Parpadea, se frota los ojos varias veces y vuelve a parpadear. Da un vistazo alrededor y se golpea la frente.
—No comprendo por qué te flagelas. —Esther cierra la boca e inspira hondo.
—Aunque te lo explicase no lo entenderías. ¿Dónde estoy?
—En Somnia.
Esther se pasea de un lado a otro. Su interlocutora la sigue con la mirada.
—Todo esto es un sueño, ¿no?
—En parte sí, en otra no. —Esther se detiene y la ve.
—Eres igual que la chica del libro. ¿Por qué te muestras ante mí esta vez? Las otras apenas me hablaste.
—Soy Phoebe, en efecto —admite—. Lo que ocurre es que no pensé que podrías verme… Se supone que… Bueno, eso significa que no me equivoqué contigo, eres como yo.
—Para el carro un momento. ¿Qué es eso de ser como tú?
—Eres una oníria.
—No soy ningún universo de sueños, nirvana o lo que se le parezca. No dormir debe estar afectando algo dentro de mi cabeza para tener estos sueños tan surrealistas.
La chica la abofetea sin siquiera tocarla.
—¡Mierda! ¿Te volviste loca? —Esther se frota la mejilla dolorida.
—Céntrate. Ni loca ni estás perdiendo facultades. En Somnia, las onírias somos intérpretes de sueños. Los podemos atrapar, darle forma a nuestro antojo. Es una aptitud muy codiciada
—Mira, guapa. Tener sueños lúcidos no es más que eso, ser consciente de que estamos soñando. —La chica resopla—. No quieras comerme la cabeza con historias fantásticas.
—Supongo que por eso hace dos noches evitaste que un óneiro se me llevara con él, ¿verdad?
Esther traga saliva. El pulso se le dispara en el instante en que delante de sus ojos las imágenes de lo ocurrido desfilan insoslayables.
—Vale, digamos que te creo. ¿Qué más da? Eso solo tiene efecto en este lugar. En el mundo real no sirve de nada.
—Te equivocas, Esther. Lo que pasa en Somnia, más tarde o más temprano se refleja en la dimensión real. —Esther se frota los brazos; la temperatura es mucho menor que hace minutos—. Alteraste los planes de un óneiro al manipular mi sueño. Ahora irá tras de ti. Tienes que buscar ayuda.
—¿Tú no puedes hacer nada? —La joven desvía la mirada—. ¿Qué ocurre?
—Viene a por mí.
El eco lejano de unos pasos aumenta de intensidad.
—¿Acaso lo que ocurre en el libro es verdad?
—Lo es.
—Entonces la única alternativa que tienes es el laberinto. —Esther la empuja—. Corre, lo distraeré mientras escapas.
Los ojos de la chica se llenan de lágrimas.
—No puedes volver a intervenir, te matará.
—Mi vida no vale tanto como la tuya. Si eres Phoebe de verdad, lo peor que puede ocurrirle a este lugar es que te pillen a ti. Ahora corre y no mires atrás.
La joven le da un abrazo y sale disparada. Esther inspira hondo antes de volverse.
—¿De nuevo tú? —Ella se encoge de hombros.
—Tengo un buen amigo que dice que soy especialista en tocarle las narices a los demás.
—Esta vez no tendrás tanta suerte.
—Puede que tengas razón. De todas formas, igual voy a joderte los planes.
Una ristra de filamentos negruzcos y serpenteantes choca contra la piel de Esther. En segundos queda envuelta. Paralizada, observa la expresión del óneiro. El asesino gira la muñeca. El ademán la eleva del suelo.
—Nos divertiremos un poco antes, te lo prometo.
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Esther cierra los ojos. Fragmentos del libro afloran en una sucesión demasiado fugaz como para que pueda comprender qué es lo que busca su mente. La sensación de ingravidez le acelera el pulso. Levanta los párpados. El lugar en el que se encuentra no le resulta familiar. El asesino gesticula con las manos. Los movimientos le recuerdan a la lengua que utilizan los sordos. Una pequeña brecha se abre. No es muy grande, apenas cabe una mano. el movimiento con el que Extrae el objeto es casi imperceptible. Esther lo reconoce enseguida. La imagen del símbolo dibujado en la página del libro es cada vez más nítida.
El asesino se acuclilla a su lado. El fétido aliento que le roza el rostro le revuelve las tripas; la sonrisa espeluznante que le desfigura las facciones la congela de pies a cabeza.
Una profunda tristeza la embarga al pensar en Dilan. Si tan solo hubiese podido despedirse de él. Lamentarse por todo lo que no valoró cuando debía es un sinsentido. Lo sabe y, aun así, no puede evitarlo. Habría tenido que decirle tantas cosas.
—Se las diré por ti —dice el asesino.
Esther emite un gruñido. El óneiro se carcajea. «Ni sueñes que podrás ponerle un dedo encima, cabrón hijo de puta. Así tenga que perseguirte desde el más allá». El pensamiento le insufla las fuerzas que necesita para un último intento. El cuerpo de Esther pierde nitidez. El asesino estrecha el agarre de sus filamentos. Ella se resiste. Una calidez la envuelve y los filamentos ceden.
El peso del libro sobre su regazo es el punto de conexión que necesita en la dimensión real. «Gracias, Phoebe, siempre te deberé una». Pese a las pocas fuerzas que le quedan, busca la página del símbolo. «Ojalá puedas perdonarme alguna vez, Dylan». Piensa y desvía la mirada hacia el portarretrato en su mesita de noche. El recuerdo de aquella tarde le dibuja una sonrisa que se esfuma en cuanto el dolor tira de ella para arrastrarla de vuelta a la dimensión onírica.
Antes de exhalar su último aliento, apoya la mano sobre la página y una lágrima escarlata le recorre la mejilla.
Esta historia ha sido escrita para participar en el #VaDeRetoMayo2021 , propuesto por Jose A. Sánchez, @JascNet. El requisito era que ocurriese en sueños.
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