
La nave se estremecía de forma frenética. El capitán miró de soslayo a su copiloto androide mientras intentaba recordar si había programado la secuencia de búsqueda y rescate de forma correcta. La alarma estalló en una secuencia estridente. Luces parpadeaban en el tablero. Los controles parecían registrar los datos de forma errónea.
Aquella travesía por distintos planetas de la galaxia del triángulo había sido una verdadera odisea. Visitar trece planetas con breves paradas tan solo para cargar y descargar la mercancía y sin poder beberse ni un trago de whisky dangeriano ya le pasaba factura. Era lo que tenía formar parte de los piratas espaciales. Podían convocarte en cualquier nanosegundo y rechazar un encargo era aceptar la misma muerte. Nadie escapaba una vez era acogido entre las filas de aquella organización conocida en varias galaxias por su temeridad al contrabandear entre las distintas razas extraterrestres. Eran los mejores, de eso no cabía la menor duda. Por ello medio universo andaba tras su búsqueda y captura.
* ~ *
El capitán aferró los mandos, se ajustó el casco y activó los propulsores. Tras revisar los mapas digitales concluyó que si quería escapar de aquel ataque tendría que dar un salto espaciotemporal rompiendo la barrera y atravesando el agujero de gusano que se hallaba unos grados en dirección noreste.
Otro disparo impactó desestabilizando la nave.
—Tenemos un escuadrón aproximándose a gran velocidad, capitán.
—Prepárate, Lucius, vamos a salir escopetados.
—No poseo información sobre ese término en mi banco de datos, señor.
Aljxur puso los ojos en blanco. Antes de que el androide pudiera decir cualquier otra estupidez empujó los mandos hacia adelante y contuvo el aliento. La nave se sacudió y en nanosegundos solo una estela lumínica rompía la ingrávida oscuridad. El escuadrón se quedó persiguiendo el vacío.
* ~ *
El piloto seguía aferrado a los mandos cuando una fuerte sacudida le hizo perder el control de la nave.
—Hemos entrado en la atmósfera terrestre, capitán.
El androide tecleaba a toda velocidad.
—Dime algo que no sepa ya.
—Iniciando secuencia de eyección…
A Aljxur le castañeaban los dientes. La nave seguía sacudiéndose. En cualquier momento las llamas convertirían la nave en un meteorito flamígero, al menos es lo que verían los habitantes terrestres.
—Iniciando protección ignífuga en cinco segundos…
El capitán cerró los ojos cuando divisó por la escotilla aquella visión blanquecina y extensa que parecía fundirse con el cielo en el horizonte.
—Cinco segundos para eyección…
Ambos asientos salieron disparados por la compuerta superior justo a tiempo. diez segundos después, la nave se había transformado en una inmensa bola dorada que terminó estrellándose contra el lado norte de aquella formación geológica que refulgía como el cristal gracias a la luz solar. Un fuerte destello cegó a Aljxur antes de que su cuerpo chocase contra la arena y perdiese el conocimiento.
* ~ *
El sol abrasaba el cielo del Farafra. Lucius se esforzaba en sacudirse los restos de arena sin mucho éxito. Revisando su pulsera de control escaneó los daños. Sus sensores de proximidad y el módulo de micro geolocalización se vieron afectados. El módulo de comunicaciones también tenía algunos daños menores. El resto de funciones parecían estar intactas. El programa de búsqueda y rescate lo impelía a ponerse en movimiento. Debía encontrar al capitán y activar el módulo de comunicaciones antes de que los habitantes de aquel planeta se percatasen de su existencia. La historia era muy clara. Los humanos eran terribles sanguinarios y había que evitarlos a como diese lugar.
Lucius se giró con brusquedad y supo que era demasiado tarde.
* ~ *
El androide permaneció impasible ante la nube de arena que se levantaba frente a él. Bajo sus rígidos pies el suelo vibraba cada vez con más fuerza. tras lo que le pareció un lapso de tiempo demasiado largo, un grupo de beduinos sobre unas criaturas que, gracias a su banco de datos pudo identificar como camellos, se detuvo. Luego de observarlo con curiosidad, los hombres se dirigieron sendas miradas de sorpresa y alguna que otra de recelo.
—Saludos, caballeros beduinos —pronunció el androide en árabe.
Los beduinos se miraron entre sí, luego clavaron sus oscuros ojos en Lucius. A pesar de no ser humano, el androide había sido creado con la apariencia de uno. Con su largo pelo dorado y sus ojos verdes, Lucius bien podría pasar por un turista anglosajón. Que hablase en árabe sin acento extranjero como si fuese un nativo de aquellas tierras fue algo que desconcertó a los beduinos.
—Encuentro vuestra cultura algo… fascinante —dijo intentando establecer conversación.
—¿Nuestra cultura?
El androide asintió.
—De donde yo vengo… —Hizo unos gestos algo peculiares—. Vuestras costumbres forman parte de la antigüedad.
Los beduinos intercambiaron más miradas. Alguno dejó en claro que pensaba que aquel turista se habría vuelto loco por la insolación.
—¿Y dónde es eso? —la pregunta lo tomó por sorpresa.
—En el tri… —interrumpió la respuesta antes de meter la pata—. De bastante lejos —finalizó procurando adoptar una postura menos amenazadora.
—Ajá…
El androide permaneció en silencio mientras investigaba lo que su banco de datos tenía sobre aquellos humanos.
—¿Cómo es que un tipo con esa pinta que traes está aquí? —El beduino señaló al horizonte—. ¿En medio del desierto blanco? ¿Dónde está la excursión?
El androide frunció el cejo y la frente.
—¿Excursión?
—El sol quizá le tiene la cabeza chamuscada —dijo otro beduino señalando el sol que brillaba ahora con más fuerza.
El líder de los beduinos asintió con la cabeza, mirando a su compañero.
—Además con esas ropas que lleva tiene que estar deshidratado.
El hombre señaló el atuendo del androide.
Lucius bajó la mirada alzando una ceja al ver su aspecto desaliñado. Su uniforme preferido estaba sucio y lleno de arena. Frente a la posibilidad de ocasionar un problema intergaláctico, el androide sopesó sus posibilidades. Cuando el módulo de probabilidades en situaciones de peligro le ofreció un noventa por ciento de éxito, abrió la boca. No tenía tiempo que perder.
—Veréis —intentó explicar Lucius— Pasa que nos despistamos con lo de hace rato y pues ahora yo estoy aquí, pero el capi… digo mi compañero está en otro lado —mintió.
—Ajá… —repitió el líder beduino.
—Vosotros que sois buenas personas… —Gesticuló el androide haciendo casi una reverencia—. Podríais brindarme ayuda para encontrar a mi compañero, ¿verdad? Los libros…
El líder beduino hizo algunas señas a sus hombres y estos se acercaron rodeando al androide, interrumpiendo su discurso. Lucius, sin tener claro qué pretendían los hombres adoptó una postura defensiva que había visto en algunos ficheros de esos que los humanos llamaban película; en la época antigua se realizaban muchas de esas historias visuales. Se supone que la idea era entretener, o eso había entendido Lucius al realizar distintas búsquedas en la red interestelar.
Los beduinos se carcajearon con ganas.
—Calma —dijo el líder beduino cuando sus hombres dejaron de reír—. Nuestro campamento está en el oasis de Bahariya, podemos llevarte ahí y luego de reponer provisiones buscar a tu compañero.
Lucius abandonó la postura y asintió con la cabeza. Estuvo a punto de preguntar el motivo de aquellas risas, pero se dijo que era mejor no distraer a los humanos.
—Os lo agradezco, buen señor beduino.
Los hombres que lo rodeaban se apartaron un poco para dar paso al más joven de todos ellos quien traía de las riendas a uno de los camellos. El líder de los beduinos observaba a Lucius con curiosidad mal disimulada.
—Sabes montar, ¿no?
Lucius veía al animal con los ojos entrecerrados.
—Desde luego —respondió con poco convencimiento.
—Bien.
El líder tiró de las riendas de su montura.
Lucius se acercó al camello. El joven le entregó las riendas. Tras un rato en el que pareció permanecer contemplativo ante aquel animal emitió unos gruñidos y el camello dobló sus patas arrodillándose de tal forma que el androide pudo alcanzar la silla. Siguiendo el manual que había consultado sobre civilizaciones antiguas y sus medios de transporte, el androide montó y volvió a gruñir.
Los beduinos lo miraron con asombro y suspicacia.
—Venga animalito del desierto —el androide hablaba en voz muy baja— sé un buen camellito y sigue a tus colegas.
El camello gruñó al levantarse y echó a andar siguiendo a la caravana. El androide se tambaleaba peligrosamente y logró mantener el equilibrio a duras penas.
Aliviado por haber logrado un contacto satisfactorio con aquel grupo de humanos y una vez dominada la postura sobre aquellas jorobas, el androide entró en modo ahorro de energía aprovechando la luz solar para recargar sus baterías extras. No era igual que la luz en la galaxia del triángulo, pero le valdría para seguir operativo el tiempo suficiente como para rescatar al capitán.
* ~ *
Aljxur despertó desorientado y con un dolor de cabeza que le impedía pensar con claridad. Cerró de nuevo los ojos. Tumbado boca arriba se quitó los guantes y rozó el terreno que lo rodeaba. Respiró de forma superficial para no aspirar demasiado aire de la tierra. Si bien lo toleraba mejor que otros dangerianos, no es que no tuviese ciertas consecuencias en su organismo. Revisó su comunicador de pulsera. Maldijo en danger al darse cuenta de que con el impacto se había averiado. Se retiró el traje; la temperatura comenzaba a ser demasiado alta para seguir dentro. Por fortuna siempre llevaba una camiseta y unos pantalones impermeables debajo. De esa forma si le tocaba escapar de alguna redada podría escabullirse con facilidad.
Abrió los ojos de nuevo. Esta vez tuvo la precaución de no hacerlo de golpe. La luz terrestre era mucho más luminosa y solía dejarlo ciego con mucha rapidez. Esperó a que sus pupilas se adaptasen para dar un vistazo a su entorno. Suspiró profundo al identificar aquella formación geológica. La conocida «Montaña de Cristal». La buena noticia era que si no había retrocedido demasiado en el tiempo estaría cerca de algunos asentamientos beduinos. La mala era que, si no había sido así, podría darse por muerto.
Decidió ponerse en pie. Cuando pudo mantener el equilibrio intentó orientarse. Miró hacia donde apuntaba su propia sombra y echó a andar hacia el este. Casi una hora después sintió el suelo vibrar. entrecerró los ojos y aguzó la vista para distinguir qué podía ser aquello. Sorprendido, se quedó inmóvil. Un grupo de hombres, de varias edades, montados sobre unos raros cuadrúpedos se aproximaban en una vigorosa cabalgata. La buena noticia es que, entre todos ellos, Lucius permanecía en la retaguardia. Reconocería ese mal intento de melena en cualquier lugar del universo.
Los hombres redujeron la velocidad hasta detener a los animales cerca de lo que supusieron era el compañero del turista. Nerviosos y desconfiados, decidieron mantener cierta distancia de seguridad. No era común encontrar hombres con semejante altura y complexión. Aquel hombre parecía más un gigante que una persona. Dándose cuenta del estado de ánimo de aquel grupo de humanos, el capitán permaneció con la mirada clavada en el suelo arenoso. Era mejor pasar por introvertido que espantar a aquel grupo mostrando sus peculiares ojos de pupilas verticales e iris púrpura tornasol. Bastante tenía con que viesen su pelo naranja chillón. Siempre podría decir que el color era artificial; al menos ahí no habría ninguna mujer que pudiera darse cuenta y desmentirlo.
El androide avanzó adelantando al grupo para acercarse a Aljxur e inclinarse lo bastante como para poder hablar en el idioma interestelar y en voz muy baja.
—Encuentro venturoso que se halle en un estado aceptable, capitán.
Aljxur resopló. Lo remilgado de Lucius solía hacerle gracia y por ello no había modificado su módulo de lenguaje y comunicación, pero en aquel momento le resultó exasperante.
—¿Has podido enviar el mensaje para que nos saquen de aquí?
—La prioridad del programa es asegurar la supervivencia.
El capitán se cogió del pelo con fuerza.
—Envía el puto mensaje ahora mismo —ordenó—, o voy a convertirte en un asistente de cocina mercuriana.
—Necesito ser reparado, capitán.
El dangeriano apenas se contuvo, para no lanzarse y arrancarle la cabeza.
—¿Va todo bien?
El líder de los beduinos no quitaba los ojos de encima de aquel gigante que parecía salido de una película de terror.
Lucius se irguió y enseguida se giró sonriendo.
—Ningún problema, buen señor —dijo—. Si no os importa ayudaré a mi… compañero a montar y seguiremos nuestro camino, no queremos causaros más inconvenientes.
El líder beduino asintió. En el fondo aquel dichoso compañero le ponía los pelos de punta. Lucius se giró, acarició al camello mientras le gruñía algo que a Aljxur le parecieron adulaciones. El joven que había asistido al androide se acercó guiando a otro camello. Lucius cogió las riendas y el joven salió disparado.
Aljxur veía al animal con desconfianza. Tal como había hecho Lucius con su montura, gruñó, y el animal se arrodilló.
—Haga el favor de montar, capitán —sugirió el androide— debemos darnos prisa.
El pirata miró la silla sobre el camello y luego a Lucius. Deduciendo lo que debía hacer se sentó sobre la silla. El androide hizo una serie de ruidos y el camello se levantó. El capitán maldijo en dangeriano cogiéndose con fuerza a aquellas tiras de cuero para no salir disparado.
Antes de emprender la marcha, Lucius agradeció la ayuda a los beduinos. El líder los despidió y dio la orden de regresar a su campamento.
* ~ *
Varias horas después, el capitán y su acompañante entraban en la ciudad. El ocaso le daba la bienvenida a la noche y la temperatura impactaba causando estragos en Aljxur, que esperaba de pie fuera de una tienda de electrónica, a que su androide hiciese acto de presencia. Cuando por fin salió, el capitán respiró. Le preocupaba que Lucius llamase demasiado la atención. Habían sido muy afortunados en no retroceder mucho en el tiempo, lo que ayudaba a que no hubiese una diferencia tan significativa en la tecnología terrestre que, no por ser insidiosos, pero iba siempre bastante más atrasada que la usada en la galaxia del triángulo.
—¿Y bien?
—He logrado reparar los daños —confirmó Lucius—. La extracción se realizará en cinco minutos con treinta segundos y…
El capitán lo cortó tirando de él hacia el callejón.
—Habla más bajo o los terrestres terminarán por darse cuenta de que no pertenecemos aquí.
Lucius asintió, pensativo. Comenzaba a preguntarse si no habría algún error en la información de que disponían en la red intergaláctica. Claro que, habían llegado unos cuantos años antes de la guerra apocalíptica, con lo que quizá el problema radicaba en que, de esta época no se tenían registros fidedignos. Lo cierto es que, de lo que había conocido hasta el momento, nada coincidía con su banco de datos y eso resultaba desconcertante.
El transporte hizo su aparición en el tiempo establecido. Ambos abordaron la nave sin ser vistos. Utilizando el camuflaje básico, se elevaron y abandonaron la atmósfera terrestre a la velocidad de la luz.
—Joder, Aljxur… te ves peor que la mierda espacial de Andrómeda, macho —dijo Gouel—. ¿Qué coño pasó?
—Mejor no preguntes.
El piloto alzó sus cuatro manos en son de paz.
—Ajustaos cinturones y cascos, volvemos a casa.
Tras activar los mandos y programar las coordenadas, la nave dio un salto temporal hacia el futuro. Con la nave en piloto automático ambos piratas permanecían tumbados en sus camastros.
—Aquí entre nosotros —dijo Aljxur en voz baja— tenemos que tener un chivato.
Gouel se incorporó de golpe.
—Esa es una acusación muy grave.
—Grave o no… —Se escuchó la voz del androide por los altavoces—. Algo raro pasa y no solo porque tengamos un comité de bienvenida.
* ~ *
Ambos piratas salieron directo a la cabina.
—¿Quién más sabía aparte de ti que venías a por mí?
—El comandante y… —El Rideriano se dio con sus dos manos derechas en la amplia frente—. Soy un redomado idiota.
—Idiota o no, saca nuestros culos de aquí… ¡ahora!
Gouel asintió ocupando el asiento del piloto mientras Lucius se ocupaba de la consola para programar las defensas de la nave.
—Clostha tiene que ser la chivata. —concluyó el rideriano.
Sin dejar de mascullar, seguía maniobrando la nave buscando la forma de colarse entre aquella formación.
—Tiene sentido —admitió el dangeriano con tristeza—. Tendría que haber sabido que ella se vengaría tarde o temprano.
—He informado al comandante… —interrumpió Lucius—. La mujer será ejecutada en… —Miró el panel—. Diez minutos y cuarenta segundos.
Aljxur vio a su androide con incredulidad
El capitán se pasó la mano por la cara, abatido. Clostha había sido su primer amor. Entre ellos siempre había existido una pasión y una lujuria desbordada, pero demasiado tóxica para sostenerse durante toda una vida. Aunque la separación había sido dura y tormentosa, él creyó que eso era agua pasada. Se había engañado por demasiado tiempo pensando que ella en realidad había aceptado aquella ruptura. Era evidente que no había sido así y que el hecho de enredarse con otras mujeres había sido la gota que derramó el vaso. Lamentaría su ausencia, era una colega estupenda y una piloto excepcional, pero ella había tomado una nefasta decisión y la traición a un compañero de contrabando se pagaba con la muerte.
—Preparaos… —dijo Gouel por el comunicador— romperemos la barrera en cinco segundos.
Aljxur se cogió con fuerza mientras la nave viraba en un ángulo imposible y salía disparada sin que la flota interestelar pudiese hacer nada para atraparlos.
Luego de atravesar el agujero de gusano la nave permanecía en curso a velocidad constante.
—Lamento su pérdida, capitán.
El hombre negó con la cabeza.
—Nada que lamentar, Lucius… ella se labró su destino.
—Espero que no tenga pensado alguna tarea para … —El androide titubeó observando su propio reflejo en el cristal—. Desensamblar vuestras herramientas.
El capitán se quedó en silencio. Le gustaba fastidiar al androide de vez en cuando. Lucius carraspeó y cuando iba a iniciar una de sus largas peroratas explicativas, Aljxur lo cortó dándole una palmada en el hombro.
—Tranquilo, todavía nos queda una larga bitácora de aventuras.
—Esas son buenas noticias, capitán —dijo el androide retomando su puesto junto al piloto—. Son excelentes noticias.
—Si que lo son, Lucius, sí que lo son.
La nave se dirigía rumbo al cuartel general de los piratas espaciales. Mientras observaba la constelación triangulum, el capitán dangeriano agradecía seguir vivo y en una sola pieza.
Agradecimientos
A Jessica Galera (@Jess_YK82 quien inspiró este curioso relato sembrándome la imagen de un androide montando en camello.
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